CARÍSIMOS, yo os escribo ahora esta segunda carta, en las cuales por recordaros, despierto vuestras mentes puras:
2 Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento de nosotros los apóstoles del Señor y Salvador:
3 Sabiendo primero esto, que en los postrimeros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias,
4 Y diciendo: ¿Dónde está la promesa del advenimiento de él? Porque desde el día en que los padres se durmieron, todas las cosas perseveran así como desde el principio de la creación.
5 Porque ellos ignoran esto voluntariamente, que por la palabra de Dios, los cielos fueron en el tiempo antiguo, y la tierra que por agua y en agua subsiste:
6 Por lo cual el mundo de entonces pereció anegado por agua.
7 Empero los cielos que son ahora, y la tierra, son conservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio, y de la perdición de los hombres impíos.
8 Mas, amados, no ignoréis esta una cosa, que un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.
9 El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; empero es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.
10 Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que hay en ella serán enteramente quemadas.
11 Pues, como todas estas cosas han de ser deshechas, ¿qué tales conviene que vosotros seáis en santa y piadosa manera de vivir,
12 Esperando, y apresurándoos para el advenimiento del día de Dios, en el cual los cielos siendo encendidos, serán deshechos, y los elementos siendo abrasados, se fundirán?
13 Pero esperamos cielos nuevos, y tierra nueva, según su promesa, en los cuales mora la justicia.
14 Por lo cual, amados, estando en esperanza de estas cosas, procurad con diligencia que seáis de él hallados sin mácula, y sin reprensión, en paz.
15 Y tened por salvación la larga paciencia de nuestro Señor, así como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito;
16 Como también en todas sus epístolas hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para perdición de sí mismos.
17 Así que vosotros, amados, sabiendo de antemano estas cosas, guardaos que por el error de los abominables no seáis juntamente extraviados, y caigáis de vuestra propia firmeza.
18 Mas creced en la gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesu Cristo. A él sea gloria ahora, y por siempre. Amén.
EMPERO hubo también falsos profetas entre el pueblo, así como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y aun negando al Señor que los compró, trayendo sobre sí mismos acelerada perdición.
2 Y muchos seguirán sus perdiciones: por los cuales el camino de la verdad será blasfemado;
3 Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas: sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme.
4 Porque si no perdonó Dios a los ángeles que pecaron, mas antes habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los entregó para ser reservados al juicio;
5 Y no perdonó al mundo viejo, mas antes preservó a Noé, la octava persona, predicador de justicia, y trayendo el diluvio sobre el mundo de malvados;
6 Y si condenó por destrucción las ciudades de Sodoma, y de Gomorra, tornándolas en ceniza, y poniéndolas por ejemplo a los que habían de vivir impíamente;
7 Y libró al justo Lot, afligido por la nefanda conducta de aquellos malvados:
8 (Porque aquel hombre justo morando entre ellos, por lo que veía y oía, afligía su alma justa todos los días con los hechos ilícitos de ellos;)
9 Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser atormentados en el día del juicio:
10 Y principalmente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia de inmundicia, y desprecian las autoridades: atrevidos, contumaces, que no temen de decir mal de las dignidades:
11 Como quiera que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor.
12 Mas éstos diciendo mal de las cosas que no entienden, como bestias brutas, que naturalmente son hechas para presa y destrucción, perecerán enteramente en su propia corrupción,
13 Y recibirán el galardón de su injusticia, como los que reputan por placer los deleites del día: Estos son suciedades y manchas, los cuales comiendo con vosotros, juntamente se recrean en sus propios errores:
14 Teniendo los ojos llenos de adulterio, y no saben cesar de pecar: cebando las almas inconstantes, teniendo el corazón ejercitado en codicias, siendo hijos de maldición:
15 Que dejando el camino derecho han errado, habiendo seguido el camino de Balaam, el hijo de Bosor, el cual amó el premio de la maldad;
16 Mas fue reprendido por su misma transgresión: la muda asna, hablando en voz de hombre, refrenó la locura del profeta.
17 Estos son fuentes sin agua, nubes traídas de torbellino de viento; para los cuales está guardada eternamente la oscuridad de las tinieblas.
18 Porque hablando arrogantes palabras de vanidad, ceban con las concupiscencias de la carne en disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error:
19 Prometiéndoles libertad, siendo ellos mismos siervos de corrupción. Porque el que es de alguno vencido, es sujeto a la servidumbre del que le venció.
20 Porque si habiéndose ellos apartado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesu Cristo, y otra vez envolviéndose en ellas, son vencidos, sus postrimerías les son hechas peores que los principios.
21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que, después de haberlo conocido, tornarse atrás del santo mandamiento que les fue dado.
22 Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro se volvió a su propio vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.
SIMÓN Pedro, siervo y apóstol de Jesu Cristo, a los que habéis alcanzado fe igualmente preciosa con nosotros por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesu Cristo.
2 Gracia y paz os sean multiplicadas en el conocimiento de Dios, y de Jesús nuestro Señor:
3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, nos han sido dadas de su divino poder, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por gloria y virtud,
4 Por las cuales nos son dadas grandísimas y preciosas promesas; para que por ellas fueseis hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia.
5 Vosotros también, poniendo toda diligencia en esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; y a la virtud conocimiento;
6 Y al conocimiento templanza, y a la templanza paciencia; y a la paciencia piedad;
7 Y a la piedad amor hermanable, y al amor hermanable caridad.
8 Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesu Cristo.
9 Empero el que no tiene estas cosas es ciego, y no puede ver de lejos, estando olvidado de la purificación de sus antiguos pecados.
10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
11 Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesu Cristo.
12 Por lo cual yo no dejaré de recordaros siempre de estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.
13 Porque tengo por justo, en tanto que estoy en este tabernáculo, de incitaros por medio de recordamientos:
14 Sabiendo que en breve tengo que dejar este mi tabernáculo, como nuestro Señor Jesu Cristo me ha declarado.
15 También yo procuraré con diligencia, que después de mi fallecimiento vosotros podáis tener siempre memoria de estas cosas.
16 Porque nosotros no os habemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesu Cristo, siguiendo fábulas por arte compuestas; sino como habiendo con nuestros propios ojos visto su majestad.
17 Porque él había recibido de Dios Padre honra y gloria, cuando una tal voz fue a él enviada de la magnífica gloria: Este es el amado Hijo mío, en el cual yo me he agradado.
18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
19 Tenemos también la palabra profética más firme: a la cual hacéis bien de estar atentos como a una luz que alumbra en un lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y la estrella de la mañana salga en vuestros corazones:
20 Sabiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de privada interpretación.
21 Porque la profecía no vino en los tiempos pasados por voluntad de hombre: mas los santos hombres de Dios hablaron, siendo movidos por el Espíritu Santo.