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EL LIBRO de la generación de Jesu Cristo, hijo de David, hijo de Abraham.
2 Abraham engendró a Isaac: e Isaac engendró a Jacob: y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos:
3 Y Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara: y Fares engendró a Esrom: y Esrom engendró a Aram:
4 Y Aram engendró a Aminadab: y Aminadab engendró a Naasón: y Naasón engendró a Salmón:
5 Y Salmón engendró de Rahâb a Booz: y Booz engendró de Rut a Obed: y Obed engendró a Isaí:
6 E Isaí engendró al rey David: y el rey David engendró a Salomón de la que fue esposa de Urías:
7 Y Salomón engendró a Roboam: y Roboam engendró a Abía: y Abía engendró a Asa:
8 Y Asa engendró a Josafat: y Josafat engendró a Joram: y Joram engendró a Ozías:
9 Y Ozías engendró a Joatam: y Joatam engendró a Achaz: y Achaz engendró a Ezequías:
10 Y Ezequías engendró a Manasés: y Manasés engendró a Amón: y Amón engendró a Josías:
11 Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos en el tiempo de la transmigración a Babilonia:
12 Y después de la transmigración a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel: y Salatiel engendró a Zorobabel:
13 Y Zorobabel engendró a Abiud: y Abiud engendró a Eliaquim: y Eliaquim engendró a Azor:
14 Y Azor engendró a Sadoc: y Sadoc engendró a Aquim; y Aquim engendró a Eliud;
15 Y Eliud engendró a Eleazar; y Eleazar engendró a Matán: y Matán engendró a Jacob:
16 Y Jacob engendró a José marido de María, de la cual nació Jesús, el cual es llamado el Cristo.
17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones: y desde David hasta la transmigración a Babilonia, catorce generaciones: y desde la transmigración de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
18 Y el nacimiento de Jesu Cristo fue así: Que estando María su madre desposada con José, antes que se juntasen, se halló haber concebido del Espíritu Santo.
19 Y José su marido, como era justo, y no quisiese exponerla a la infamia, quiso dejarla secretamente.
20 Y pensando él en estas cosas, he aquí el ángel del Señor le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas de recibir a María tu esposa; porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
21 Y ella parirá un hijo, y llamarás su nombre JESÚS: porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto fue hecho para que se cumpliese lo que había hablado el Señor, por el profeta diciendo:
23 He aquí una virgen concebirá y parirá un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros.
24 Y despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su esposa.
25 Y no la conoció hasta que parió a su Hijo primogénito: y llamó su nombre JESÚS.
Y CUANDO fue nacido Jesús en Belem de Judea en los días del rey Herodes, he aquí hombres sabios vinieron del oriente a Jerusalem,
2 Diciendo: ¿Dónde está el que es nacido Rey de los Judíos? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
3 Y oyendo esto el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalem con él.
4 Y habiendo convocado todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
5 Y ellos le dijeron: En Belem de Judea; porque así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belem, tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un Gobernador, que regirá a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes, habiendo llamado a los sabios en secreto, inquirió de ellos diligentemente el tiempo del aparecimiento de la estrella;
8 Y enviándoles a Belem, dijo: Andad allá, y buscad con diligencia por el niño; y cuando le hubieres hallado, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
9 Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron: y he aquí, que la estrella que habían visto en el oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando, se puso sobre donde estaba el niño.
10 Y viendo ellos la estrella, se regocijaron mucho de gran gozo.
11 Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro e incienso y mirra.
12 Y siendo avisados por Dios en un sueño que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino.
13 Y después que ellos hubieron partido, he aquí, el ángel del Señor aparece en un sueño a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estáte allá hasta que yo te lo diga; porque ha de acontecer, que Herodes buscará al niño para destruirle.
14 Y levantándose él, tomó al niño y a su madre de noche, y se fue a Egipto;
15 Y estuvo allá hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliese lo que había hablado el Señor, por el profeta, que dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.
16 Herodes entonces, cuando se vio burlado de los hombres sabios, se enfureció mucho, y envió, y mató todos los niños que había en Belem y en todos sus términos, de edad de dos años abajo, conforme al tiempo que había inquirido diligentemente de los sabios.
17 Entonces se cumplió lo que había hablado por el profeta Jeremías, diciendo:
18 Una voz fue oída en Ramá, lamentación, y lloro y gemido grande: Raquel que llora por sus hijos; y no quiso ser consolada, porque no son.
19 Mas habiendo muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor aparece en un sueño a José en Egipto,
20 Diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel; que muertos son los que buscaban la vida del niño.
21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vínose a tierra de Israel.
22 Mas cuando él oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; mas avisado por Dios en un sueño, se fue a las partes de Galilea.
23 Y vino, y habitó en una ciudad que se llama Nazaret: para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que será llamado Nazareno.
Y EN aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
2 Y diciendo: Arrepentíos, que el reino del cielo está cerca.
3 Porque éste es aquel del cual fue dicho por el profeta Isaías, diciendo: La voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas.
4 Y el mismo Juan tenía sus vestidos de pelos de camellos, y una cinta de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
5 Entonces salía a él Jerusalem, y toda Judea, y toda la provincia de al derredor del Jordán,
6 Y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
7 Y viendo él muchos de los Fariseos y de los Saduceos, que venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?
8 Haced pues frutos dignos de arrepentimiento.
9 Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre: porque yo os digo, que puede Dios levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
10 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene en pos de mí, más poderoso es que yo; los zapatos del cual yo no soy digno de llevar; él os bautizará con el Espíritu Santo, y con fuego:
12 Cuyo aventador está en su mano, y limpiará su era: y recogerá su trigo en el alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de él.
14 Mas Juan le resistía mucho, diciendo: tengo necesidad de ser bautizado de ti, ¿y tú vienes a mí?
15 Empero respondiendo Jesús le dijo: Deja ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces le dejó.
16 Y Jesús después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.
17 Y he aquí una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy amado, en el cual yo estoy muy agradado.
ENTONCES Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado del diablo.
2 Y cuando hubo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre.
3 Y llegándose a él el tentador, dijo: Si tú eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan.
4 Mas él respondiendo, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, mas de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le lleva a la santa ciudad, y le pone sobre el pináculo del templo,
6 Y le dice: Si tú eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: Que a sus ángeles te encargará; y te alzarán en sus manos, para que nunca tropieces tu pie contra una piedra.
7 Jesús le dijo: Otra vez está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.
8 Otra vez le lleva el diablo a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos,
9 Y le dice: Y te daré todas estas cosas, si postrado me adorares.
10 Entonces Jesús le dice: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás.
11 Entonces el diablo le deja: y he aquí los ángeles llegaron y le servían.
12 Mas cuando Jesús hubo oído que Juan era preso, se retiró a Galilea;
13 Y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, que está junto al mar, en los confines de Zabulón y de Neftalí:
14 Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dice:
15 La tierra de Zabulón, y la tierra de Neftalí, camino del mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los Gentiles;
16 El pueblo que estaba asentado en tinieblas, vio gran luz; y a los asentados en región y sombra de muerte, luz les esclareció.
17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, que el reino del cielo está cerca.
18 Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban una red en el mar; porque eran pescadores.
19 Y díceles: Venid en pos de mí, y haceros he pescadores de hombres.
20 Ellos entonces, dejando inmediatamente las redes, le siguieron.
21 Y pasando de allí vio otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, en una nave con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
22 Y ellos, dejando inmediatamente la nave, y a su padre, le siguieron.
23 Y rodeaba Jesús a toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
24 Y corría su fama por toda la Siria; y traían a él todos los que tenían mal: los tomados de diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y lunáticos, y paralíticos, y los sanaba.
25 Y le seguían grandes multitudes de gentes de Galilea y de Decápolis y de Jerusalem y de Judea y de la otra parte del Jordán.
Y VIENDO las multitudes, subió en el monte; y cuando se hubo sentado, se llegaron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino del cielo.
4 Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados.
5 Bienaventurados los mansos: porque ellos heredarán la tierra.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos.
7 Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los puros de corazón: porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino del cielo.
11 Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren toda mala palabra contra vosotros por mi causa, mintiendo.
12 Regocijaos y alegraos; porque vuestro galardón es grande en el cielo: que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la tierra: pero si la sal perdiere su sabor ¿con qué será salada? no vale más para nada, sino que sea echada fuera y sea hollada de los hombres.
14 Vosotros sois la luz del mundo: La ciudad asentada sobre el monte no se puede esconder.
15 Ni encienden el candil y lo ponen debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
16 Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.
17 No penséis que yo he venido para destruir la ley o los profetas: no soy venido para destruir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto os digo, que hasta que pase el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde pasará de la ley, hasta que todas las cosas sean cumplidas.
19 De manera que cualquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino del cielo: mas cualquiera que los hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino del cielo.
20 Porque os digo, que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y de los Fariseos, de ningún modo entraréis en el reino del cielo.
21 Habéis oído que fue dicho por los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, estará expuesto a juicio.
22 Yo pues os digo, que cualquiera que se enojare sin causa con su hermano, estará expuesto a juicio; y cualquiera que dijere a su hermano, Raca, estará expuesto al concilio; y cualquiera que a su hermano dijere: Necio, estará expuesto al fuego del infierno.
23 Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares que tu hermano tiene algo contra ti,
24 Deja allí tu presente delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.
25 Ponte de acuerdo con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al oficial, y seas echado en prisión.
26 De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
27 Habéis oído que fue dicho por los antiguos: No cometerás adulterio:
28 Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Por tanto, si tu ojo derecho te escandalizare, sácalo, y échalo de ti, que mejor te es que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea lanzado en el infierno.
30 Y si tu mano derecha te escandalizare, córtala, y échala de ti: que mejor te es que perezca uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea lanzado al infierno.
31 También ha sido dicho: Cualquiera que repudiare a su esposa, dele carta de divorcio:
32 Mas yo os digo, que el que repudiare a su esposa, a no ser por causa de fornicación, hace que ella cometa adulterio; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.
33 Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No te perjurarás; mas pagarás al Señor tus juramentos.
34 Yo pues os digo: no juréis en ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
35 Ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey.
36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un cabello blanco o negro.
37 Mas sea vuestro hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
38 Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.
39 Mas yo os digo: que no resistáis al mal; antes a cualquiera que te diere un bofetón en tu mejilla derecha, vuélvele también la otra;
40 Y al que quisiere ponerte a pleito y quitarte tu túnica, déjale también la capa;
41 Y a cualquiera que te forzare a ir una milla, ve con él dos.
42 Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de ti prestado, no le rehuses.
43 Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
44 Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
45 Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo: que hace que su sol salga sobre malos y buenos; y envía lluvia sobre justos e injustos.
46 Porque si amareis a los que os aman, ¿qué galardón tendréis? ¿No hacen también así los publicanos?
47 Y si saludareis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos?
48 Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.
MIRAD que no hagáis vuestra limosna delante de los hombres, para que seáis mirados de ellos: de otra manera no tenéis galardón de vuestro Padre que está en el cielo.
2 Pues cuando haces limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser glorificados de los hombres: de cierto os digo, tienen su galardón.
3 Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha;
4 Que sea tu limosna en secreto: y tu Padre que ve en secreto, él te recompensará en lo público.
5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en las esquinas de las calles de pie, para que sean vistos de los hombres. De cierto os digo que tienen su galardón.
6 Mas tú, cuando orares, entra en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en lo público.
7 Mas cuando oréis, no uséis vanas repeticiones como los paganos; que piensan que por su parlería serán oídos.
8 No seáis pues semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de que cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en el cielo, Sea santificado tu nombre.
10 Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en la tierra, así también en el cielo.
11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.
12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos de mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por siempre. Amén.
14 Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.
15 Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
16 Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas, de un rostro triste: que demudan sus caras para parecer a los hombres que ayunan: de cierto os digo, ellos tienen su galardón.
17 Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu cara,
18 Para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en lo secreto: y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en lo público.
19 No atesoréis para vosotros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 Mas atesoraos para vosotros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan, ni hurtan.
21 Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
22 La luz del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso.
23 Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la luz que en ti hay son tinieblas, ¡cuán grandes serán las mismas tinieblas!
24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al uno y menospreciará al otro: No podéis servir a Dios y a mammón.
25 Por tanto os digo: No os acongojéis por vuestra vida, que habéis de comer, o que habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir: ¿La vida no es más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
26 Mirad a las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?
27 ¿Mas quién de vosotros, por mucho que se acongoje, podrá añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido ¿por qué os acongojáis? considerad los lirios del campo, como crecen; no trabajan, ni hilan;
29 Mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, Oh vosotros de poca fe?
31 No os acongojéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿Qué beberemos? o ¿Qué nos vestiremos?
32 Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: porque vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas tenéis necesidad.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os acongojéis por el día de mañana; porque el día de mañana traerá su congoja. Basta al día su propio mal.
NO juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida que medís, os será medido.
3 Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu ojo?
4 O ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo?
5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claramente para sacar la mota del ojo de tu hermano.
6 No deis lo que es santo a los perros; ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan, y os despedacen.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9 ¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra?
10 ¿O si le pidiere un pez, le dará una serpiente?
11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, vuestro Padre que está en el cielo, ¿cuánto más dará buenas cosas a los que le piden?
12 Así que, todas las cosas que querríais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas.
13 Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a perdición, y los que entran por él son muchos.
14 Porque la puerta es estrecha, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo hallan.
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
17 Así, todo árbol bueno hace buenos frutos; mas el árbol corrompido hace malos frutos.
18 No puede el buen árbol hacer malos frutos, ni el árbol corrompido hacer buenos frutos.
19 Todo árbol que no hace buen fruto es cortado y echado en el fuego.
20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino del cielo: sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos demonios, y en tu nombre hicimos muchas maravillas?
23 Y entonces les diré claramente: Nunca os conocí; apartaos de mí, vosotros que obráis maldad.
24 Pues, todo aquel que oye estas mis palabras, y las hace, compararle he al varón prudente, que edificó su casa sobre la roca;
25 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y acometieron aquella casa; y no cayó: porque estaba fundada sobre la roca.
26 Y todo aquel que oye estas mis palabras y no las hace, será semejante al varón insensato, que edificó su casa sobre la arena;
27 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, e hicieron ímpetu contra aquella casa y cayó, y su caída fue grande.
28 Y aconteció que cuando Jesús hubo acabado estas palabras, las gentes se espantaban de su doctrina;
29 Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Y LLAMANDO a sí sus doce discípulos, les dio potestad contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda dolencia.
2 Y los nombres de los doce apóstoles son estos: El primero, Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;
3 Felipe, y Bartolomé; Tomás, y Mateo el publicano; Jacobo, hijo de Alfeo, y Lebeo, que tenía el sobrenombre de Tadeo;
4 Simón el Cananeo, y Judas Iscariote, que también le entregó.
5 Estos doce envió Jesús, a los cuales dio mandamiento, diciendo: Por el camino de los Gentiles no iréis, y en ciudad de Samaritanos no entréis:
6 Mas id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino del cielo está cerca.
8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios: gratuitamente habéis recibido, gratuitamente dad.
9 No proveáis oro, ni plata, ni latón en vuestras bolsas;
10 Ni alforja para el camino, ni dos ropas de vestir, ni zapatos, ni bordón; porque el obrero digno es de su alimento.
11 Mas en cualquier ciudad, o aldea donde entrareis, buscad quién sea en ella digno, y quedad allí hasta que salgáis.
12 Y entrando en la casa, saludadla.
13 Y si la casa fuera digna, que vuestra paz venga sobre ella; mas si no fuere digna, que vuestra paz vuelva sobre vosotros.
14 Y cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, cuando salgáis de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies.
15 De cierto os digo: Será más tolerable a la tierra de Sodoma y de Gomorra en el día del juicio, que a aquella ciudad.
16 He aquí, yo os envío como ovejas en medio de lobos: sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
17 Y guardaos de los hombres: porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán.
18 Y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio contra ellos y los Gentiles,
19 Mas cuando os entregaren, no os acongojéis cómo o qué habéis de hablar porque en aquella hora os será dado que habléis.
20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
21 Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir.
22 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
23 Mas cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a otra: porque de cierto os digo, que no acabaréis de andar todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del hombre.
24 El discípulo no es sobre el maestro, ni el siervo sobre su señor.
25 Bástele al discípulo que sea como su maestro, y al siervo como su señor: Si al padre de la familia han llamado Beelzebub, ¿cuánto más a los de su casa?
26 Así que, no les temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser revelado; ni oculto, que no haya de saberse.
27 Lo que yo os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído predicadlo desde los tejados.
28 Y no tengáis temor a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar: temed antes a aquel que puede destruir ambos el alma y el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuadrante? Y uno de ellos no caerá a tierra sin vuestro Padre.
30 Y aun hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
31 Por tanto no temáis, más valéis vosotros que muchos pajarillos.
32 Pues cualquiera que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre, que está en el cielo.
33 Mas cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre, que está en el cielo.
34 No penséis que he venido para meter paz en la tierra: no vine para meter paz, sino espada.
35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.
36 Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa.
37 El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o a hija más que a mí, no es digno de mí.
38 Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39 El que hallare su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.
40 El que os recibe a vosotros, a mí recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta en nombre de profeta, galardón de profeta recibirá; y el que recibe a un justo en nombre de justo, galardón de justo recibirá.
42 Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos una copa de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su galardón.
CUANDO hubo descendido del monte, seguíanle grandes multitudes.
2 Y he aquí un leproso vino, y le adoró, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme.
3 Y extendiendo Jesús la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio.Y al instante su lepra fue limpiada.
4 Y Jesús le dice: Mira, no lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece el presente que mandó Moisés, en testimonio a ellos.
5 Y cuando Jesús hubo entrado en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
6 Y diciendo: Señor, mi siervo está echado en casa paralítico, gravemente atormentado.
7 Y Jesús le dijo: Yo vendré y le sanaré.
8 Y respondió el centurión, y dijo: Señor, no soy digno que entres debajo de mi techo; mas solamente di la palabra, y mi siervo será sano.
9 Porque también yo soy hombre bajo de autoridad; y tengo soldados bajo de mí mismo: y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
10 Y oyéndolo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
11 Y yo os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se asentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob, en el reino del cielo:
12 Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas de afuera: allí será el llanto y el crujir de dientes.
13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste así sea hecho contigo. Y su siervo fue sano en aquella misma hora.
14 Y vino Jesús a casa de Pedro, y vio a su suegra echada en la cama, y con fiebre.
15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó: y ella se levantó, y les servía.
16 Y cuando la tarde fue venida, trajeron a él muchos endemoniados; y echó fuera a los espíritus con la palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos;
17 Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, diciendo: El mismo tomó nuestras flaquezas, y llevó nuestras enfermedades.
18 Y viendo Jesús grandes multitudes alrededor de sí, mandó que se fuesen al otro lado.
19 Y cierto escriba vino y le dijo: Maestro, seguirte he donde quiera que fueres.
20 Y Jesús le dice: Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.
21 Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero, y entierre a mi padre.
22 Mas Jesús le dijo: Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
23 Y cuando él hubo entrado en una nave, sus discípulos le siguieron.
24 Y, he aquí, se levantó una tormenta grande en el mar, tanto que la nave era cubierta de las ondas; mas él dormía.
25 Y sus discípulos vinieron a él, y le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, perecemos.
26 Y él les dice: ¿Por qué estáis temerosos, oh hombres de poca fe? Entonces, levantado, reprendió a los vientos y al mar; y fue grande bonanza.
27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
28 Y cuando él llegó al otro lado en la región de los Gergesenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, fieros en gran manera, así que nadie podía pasar por aquel camino.
29 Y he aquí clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Eres venido acá para atormentarnos antes de tiempo?
30 Y estaba lejos de ellos un hato de muchos puercos paciendo.
31 Y los demonios le rogaban, diciendo: Si nos echas, permítenos que vayamos en aquel hato de puercos.
32 Y él les dijo: Id. Y ellos salidos, se fueron al hato de los puercos: y, he aquí, todo el hato de los puercos se precipitó de un despeñadero en el mar; y perecieron en las aguas.
33 Y los porqueros huyeron, e idos a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados.
34 Y, he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesus: y cuando le vieron, le rogaban que se fuese de sus términos.
Y ENTRADO en la nave, pasó a la otra parte, y vino a su propia ciudad.
2 Y he aquí le trajeron a un paralítico echado en una cama: y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ten buen ánimo hijo; tus pecados te son perdonados.
3 Y he aquí, ciertos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
4 Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5 ¿Cuál cosa es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda?
6 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico:) Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
7 Y él se levantó y se fue a su casa.
8 Y las gentes, viéndolo, se maravillaron, y glorificaron a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
9 Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado al banco de los tributos, el cual se llamaba Mateo; y dícele: Sígueme. Y se levantó, y le siguió.
10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Y viendo esto los Fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
12 Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
13 Andad, antes aprended que cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio: Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a arrepentimiento.
14 Entonces los discípulos de Juan vienen a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los Fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
15 Y les dijo Jesús: ¿Pueden los hijos del tálamo tener luto entre tanto que el desposado está con ellos? Mas vendrán días cuando el desposado será quitado de ellos, y entonces ayunarán.
16 Nadie echa remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor rotura.
17 Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos; y lo uno y lo otro se conserva juntamente.
18 Hablando él estas cosas a ellos, he aquí cierto príncipe vino, y le adoró, diciendo: Mi hija es muerta poco ha: mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Y se levantó Jesús, y le siguió, y sus discípulos.
20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre doce años había, llegándose por detrás, tocó la fimbria de su vestido:
21 Porque decía entre sí: Si tocare solamente su vestido, seré sana.
22 Mas Jesús volviéndose, y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija, tu fe te ha sanado. Y la mujer fue sana desde aquella hora.
23 Y cuando Jesús vino a la casa del príncipe, y vio los tañedores de flautas, y la gente que hacía bullicio,
24 Díceles: Apartaos, porque la doncella no es muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él.
25 Y cuando la gente fue echada fuera, entró, y la tomó de la mano, y la doncella se levantó.
26 Y salió esta fama por toda aquella tierra.
27 Y cuando partió Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David.
28 Y habiendo entrado en la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dicen: Sí, Señor.
29 Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: Según a vuestra fe os sea hecho.
30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31 Mas ellos salidos, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
32 Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado.
33 Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y las gentes se maravillaron, diciendo: Nunca ha sido vista cosa semejante en Israel.
34 Mas los Fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
35 Y andaba Jesús por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36 Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas; que eran fatigadas y esparcidas como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
Y ACONTECIÓ, que cuando Jesús hubo acabado de dar mandamientos a sus doce discípulos, se partió de allí para enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
2 Y cuando Juan hubo oído en la prisión las obras de Cristo, envióle dos de sus discípulos,
3 Y díjole: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan estas cosas que oís y veis:
5 Los ciegos reciben vista, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y a los pobres es predicado el evangelio.
6 Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí.
7 Y como ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a las multitudes: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿una caña que es meneada del viento?
8 O ¿qué salisteis a ver? ¿un hombre vestido de ropas delicadas? He aquí, los que traen ropas delicadas, en las casas de los reyes están.
9 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿profeta? Ciertamente os digo, y más excelente que un profeta.
10 Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, que aparejará tu camino delante de tí.
11 De cierto os digo, que entre los que son nacidos de mujeres no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; mas el que es menor en el reino del cielo, mayor es que él.
12 Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino del cielo sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
13 Porque todos los profetas y la ley hasta Juan profetizaron.
14 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
15 El que tiene oídos para oír, oiga.
16 Mas ¿a quién compararé esta generación? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros,
17 Y dicen: Os tañimos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.
18 Porque vino Juan ni comiendo ni bebiendo, y dicen: Demonio tiene.
19 Vino el Hijo del hombre comiendo y bebiendo, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada de sus hijos.
20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales habían sido hechos los más de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo:
21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, ya mucho ha que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza.
22 Por tanto os digo, que a Tiro y a Sidón será más tolerable el castigo en el día del juicio, que a vosotras.
23 Y tú, Capernaum, que eres ensalzada hasta el cielo, hasta el infierno serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, hubiera permanecido hasta el día de hoy.
24 Por tanto yo os digo, será más tolerable para la tierra de Sodoma en el día del juicio que a ti.
25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Gracias te doy, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y prudentes, y las has revelado a los niños.
26 Sí, Padre, porque así agradó a tus ojos.
27 Todas las cosas me son entregadas por mi Padre: y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo le quisiere revelar.
28 Venid a mí todos los que estáis trabajados, y cargados, que yo os haré descansar.
29 Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que yo soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
30 Porque mi yugo es suave, y ligera mi carga.
EN aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en sábado; y sus discípulos tenían hambre, y comenzaron a coger espigas, y a comer.
2 Mas viéndolo los Fariseos, le dijeron: He aquí, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.
3 Pero él les dijo: ¿No habéis leído qué hizo David, teniendo hambre él y los que estaban con él:
4 Cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no le era lícito comer, ni a los que estaban con él, sino a sólo los sacerdotes?
5 O ¿no habéis leído en la ley, que los sábados en el templo los sacerdotes profanan el sábado, y son sin culpa?
6 Pues yo os digo que uno mayor que el templo está aquí.
7 Mas si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los sin culpa.
8 Porque el Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
9 Y habiendo partido de allí, vino a la sinagoga de ellos.
10 Y, he aquí, estaba un hombre que tenía la mano seca; y ellos le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado? por acusarle.
11 Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si cayere ésta en una fosa en sábado, no le eche mano, y la levante?
12 ¿Pues cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que, lícito es en los sábados hacer bien.
13 Entonces dice a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restituida sana como la otra.
14 Entonces salieron los Fariseos y tomaron consejo contra él, como podrían destruirle.
15 Mas sabiéndolo Jesús, se apartó de allí: y le siguieron grandes multitudes, y sanó a todos.
16 Y él les mandó que no le descubriesen;
17 Para que se cumpliese lo que estaba dicho por el profeta Isaías, que dice:
18 He aquí mi siervo, al cual he escogido; mi amado, en el cual se agrada mi alma: Pondré mi espíritu sobre él, y a los Gentiles anunciará juicio.
19 No contenderá, ni voceará: ni nadie oirá en las calles su voz:
20 La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio.
21 Y en su nombre esperarán los Gentiles.
22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo, y le sanó; de tal manera, que el ciego y mudo hablaba y veía.
23 Y todo el pueblo estaba atónito, y decía: ¿No es éste el hijo de David?
24 Mas los Fariseos, oyéndolo, decían: Este no echa fuera los demonios, sino por Beelzebub, príncipe de los demonios.
25 Y Jesús, como sabía los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.
26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
27 Y si yo por Beelzebub echo fuera los demonios, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
28 Mas si por el Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
29 Porque, ¿cómo puede alguno entrar a la casa del hombre fuerte, y saquear sus alhajas, si primero no prendiere al hombre fuerte? y entonces saqueará su casa.
30 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres: mas la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada a los hombres.
32 Y cualquiera que dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que dijere contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este mundo, ni en el venidero.
33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno; o haced el árbol corrompido y su fruto corrompido; porque por el fruto es conocido el árbol.
34 ¡Oh generación de víboras! ¿cómo podéis hablar bien, siendo malos? porque de la abundancia del corazón habla la boca.
35 El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas: y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas.
36 Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
38 Entonces respondieron ciertos de los escribas y de los Fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal.
39 Mas él respondió, y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; mas señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta.
40 Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.
41 Los varones de Nínive se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí, uno mayor que Jonás en este lugar.
42 La reina del sur se levantará en juicio con esta generación, y la condenará; porque vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón: y he aquí, uno mayor que Salomón en este lugar.
43 Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla,
44 Entonces dice: Me volveré a mi casa de donde salí: Y cuando viene, la halla desocupada, barrida y adornada.
45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus más malvados que él mismo, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre es peor que el primero. Así también acontecerá a esta generación malvada.
46 Y estando él aún hablando al pueblo, he aquí su madre y sus hermanos estaban de pie fuera, que le querían hablar.
47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están de pie fuera, que te quieren hablar.
48 Y respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
50 Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre que está en el cielo, éste es mi hermano, y hermana, y madre.
EN aquel día, salido Jesús de casa, se sentó junto al mar.
2 Y se allegaron a él grandes multitudes, de tal manera que entró él en una nave y se sentó, y toda la multitud estaba de pie en la ribera.
3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, un sembrador salió a sembrar.
4 Y sembrando, parte de la simiente cayó junto al camino; y vinieron las aves, y la devoraron.
5 Y parte cayó en lugares pedregosos, donde no tenía mucha tierra; y nació pronto, porque no tenía profundidad de tierra:
6 Mas en saliendo el sol, se quemó; y porque no tenía raíz se secó.
7 Y parte cayó entre las espinas; y las espinas crecieron, y la ahogaron.
8 Y parte cayó en buena tierra, y dio fruto, uno de a ciento, y otro de a sesenta, y otro de a treinta.
9 Quien tiene oídos para oír, oiga.
10 Y vinieron los discípulos y le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11 Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es dado saber los misterios del reino del cielo; mas a ellos no es dado.
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13 Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14 Así que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis.
15 Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y de los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos: para que no vean de los ojos, y oigan de los oídos, y del corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane.
16 Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron: y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
18 Oíd, pues vosotros la parábola del sembrador:
19 Cuando alguno oye la palabra del reino, y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: Este es el que recibió la simiente junto al camino.
20 Y el que fue sembrado en lugares pedregosos, éste es el que oye la palabra, y al instante la recibe con gozo,
21 Y no tiene raíz en sí mismo, mas dura poco tiempo; porque venida la aflicción o la persecución por causa de la palabra, al instante se escandaliza.
22 El que recibió la simiente entre las espinas, éste es el que oye la palabra; y el afán de este mundo y el engaño de las riquezas, ahogan la palabra, y se hace sin fruto.
23 Mas el que recibió la simiente en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, que también da el fruto: y lleva uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta.
24 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino del cielo es semejante a un hombre que siembra buena simiente en su campo.
25 Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando la hierba salió, e hizo fruto, entonces la cizaña apareció también.
27 Y los siervos del padre de la familia vinieron y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿Pues de dónde tiene cizaña?
28 Y él les dijo: Un hombre enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Pues quieres que vayamos, y la cojamos?
29 Y él dijo: No: porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo allegadlo en mi alfolí.
31 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino del cielo es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y lo sembró en su campo:
32 El cual a la verdad es el más pequeño de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es el mayor de todas las hortalizas; y se hace árbol, de modo que vienen las aves del cielo y posan en sus ramas.
33 Otra parábola les dijo: El reino del cielo es semejante a la levadura, que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
34 Todas estas cosas habló Jesús en parábolas a la multitud; y nada les habló sin parábolas:
35 Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dice: Abriré en parábolas mi boca; pronunciaré cosas escondidas desde la fundación del mundo.
36 Entonces Jesús despidió las multitudes y entró en la casa; y vinieron a él sus discípulos, diciendo: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
37 Y respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre;
38 El campo es el mundo; la buena simiente son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;
39 El enemigo que la sembró, es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40 De manera que como es cogida la cizaña, y quemada en el fuego, así será el fin de este mundo.
41 Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y los que hacen iniquidad;
42 Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: El que tiene oídos para oír, oiga.
44 Otra vez el reino del cielo es semejante al tesoro escondido en el campo el cual habiéndolo hallado un hombre lo escondió, y por el gozo de él, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
45 Otra vez el reino del cielo es semejante a un hombre tratante, que busca buenas perlas;
46 El cual, habiendo hallado una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
47 Otra vez, el reino del cielo es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase:
48 La cual cuando fue llena, la sacaron a la orilla; y sentados, cogieron lo bueno en vasijas, y lo malo echaron fuera.
49 Así será en el fin del mundo: vendrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,
50 Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
51 Díceles Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos le dicen: Sí, Señor.
52 Y él les dijo: Por tanto todo escriba instruido en el reino del cielo, es semejante al hombre padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
53 Y aconteció que cuando acabó Jesús estas parábolas, se fue de allí.
54 Y venido a su tierra, les enseñó en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?
55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo y Joses, y Simón, y Judas?
56 ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste estas cosas?
57 Y se escandalizaban en él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su tierra y en su casa.
58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
EN aquel tiempo Herodes el Tetrarca oyó la fama de Jesús,
2 Y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista: él ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes obran en él.
3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había aprisionado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano;
4 Porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
5 Y quería matarle, mas tenía miedo de la multitud; porque le tenían como a profeta.
6 Y celebrándose el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes.
7 Por lo cual él prometió con juramento de darle todo lo que pidiese.
8 Y ella, instruída primero de su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
9 Entonces el rey se entristeció; mas por el juramento, y por los que estaban juntamente a la mesa, mandó que se le diese.
10 Y enviando, degolló a Juan en la cárcel.
11 Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la doncella; y ella la presentó a su madre.
12 Y sus discípulos vinieron, y tomaron el cuerpo, y le enterraron; y fueron y se lo dijeron a Jesús.
13 Y cuando Jesús lo oyó, se apartó de allí en una nave, a un lugar desierto, apartado: y cuando el pueblo lo oyó, le siguió a pie de las ciudades.
14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y fue movido a compasión de ellos, y sanó a los enfermos de ellos.
15 Y cuando fue la tarde del día, se llegaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y el tiempo es ya pasado: envía las multitudes, que se vayan por las aldeas, y compren para sí de comer.
16 Mas Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse: dadles vosotros de comer.
17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
18 Y él les dijo: Traédmelos acá.
19 Y mandando a las multitudes sentarse sobre la hierba, y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a sus discípulos, y los discípulos a las multitudes.
20 Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo que sobró de los pedazos, doce canastos llenos.
21 Y los que comieron fueron varones como cinco mil, sin las mujeres y muchachos.
22 Y Jesús hizo a sus discípulos entrar inmediatamente en la nave, e ir delante de él al otro lado entre tanto que él despedía las multitudes.
23 Y despedidas las multitudes, subió a un monte apartado a orar: Y cuando vino la tarde del día, estaba allí solo.
24 Y la nave estaba ya en medio del mar, atormentada de las ondas; porque el viento era contrario.
25 Mas a la cuarta vela de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar.
26 Y cuando los discípulos lo vieron andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: Es un espíritu. Y dieron voces de miedo.
27 Mas Jesús les habló inmediatamente, diciendo: estad de buen ánimo, yo soy; no tengáis miedo.
28 Mas le respondió Pedro, y dijo: Señor, si tú eres, manda que yo venga a ti sobre las aguas.
29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la nave, anduvo sobre las aguas para ir a Jesús.
30 Mas viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzándose a hundir, dio voces, diciendo: Señor, sálvame.
31 Y al instante Jesús, extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: Oh tú de poca fe, ¿por qué dudaste?
32 Y cuando ellos entraron en la nave, el viento cesó.
33 Entonces los que estaban en la nave, vinieron, y le adoraron, diciendo: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.
34 Y habiendo pasado a la otra parte, vinieron a la tierra de Genezaret.
35 Y cuando los varones de aquel lugar tuvieron conocimiento de él, enviaron por toda aquella tierra al derredor, y trajeron a él todos los enfermos.
36 Y le rogaban que solamente tocasen el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, fueron sanados.
ENTONCES llegaron a Jesús ciertos escribas y Fariseos de Jerusalem, diciendo:
2 ¿Por qué tus discípulos transgreden la tradición de los ancianos? porque no lavan sus manos cuando comen pan.
3 Y él respondiendo, les dijo: ¿Por qué también vosotros transgredís el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y, el que maldijere a padre o a madre, muera de muerte.
5 Mas vosotros decís: Cualquiera que dijere al padre o a la madre: Toda ofrenda mía a ti aprovechará;
6 Y no honrare a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
7 Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo:
8 Este pueblo con su boca se acerca a mí y con sus labios me honra; mas su corazón lejos está de mí.
9 Mas en vano me adoran enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
10 Y habiendo llamado a sí la multitud, les dijo: Oíd y entended.
11 No lo que entra en la boca contamina al hombre, mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
12 Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se escandalizaron?
13 Mas respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.
14 Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Decláranos esta parábola.
16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento?
17 ¿No entendéis aún, que todo lo que entra en la boca, va al vientre, y es echado en la letrina?
18 Mas las cosas que salen de la boca, del corazón salen; y esto contamina al hombre.
19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias.
20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; mas el comer con las manos no lavadas no contamina al hombre.
21 Y saliendo Jesús de allí, se fue a las partes de Tiro y de Sidón.
22 Y he aquí una mujer Cananea, que había salido de aquellos términos, clamábale diciendo: Oh Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija es malamente atormentada del demonio.
23 Mas él no respondió palabra. Y llegándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Envíala, que da voces tras nosotros.
24 Y él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor, socórreme.
26 Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo: Sí Señor; pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
28 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe: sea hecho contigo como quieres. Y fue sana su hija desde aquella hora.
29 Y partido Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea: y subiendo en un monte, se sentó allí.
30 Y llegaron a él grandes multitudes, que tenían consigo cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos y los echaron a los pies de Jesús, y los sanó:
31 De tal manera que las multitudes se maravillaron, viendo hablar los mudos, los mancos sanos, andar los cojos, ver los ciegos: y glorificaron al Dios de Israel.
32 Entonces Jesús llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión por la multitud, que ya hace tres días que perseveran conmigo, y no tienen que comer; y enviarlos ayunos no quiero, porque no desmayen en el camino.
33 Y sus discípulos le dicen: ¿Dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, que hartemos tan gran multitud?
34 Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.
35 Y mandó a las multitudes que se sentasen en tierra.
36 Y tomó los siete panes y los peces, dio gracias, y partiólos, y dio a sus discípulos; y los discípulos a la multitud.
37 Y comieron todos, y se hartaron: y alzaron lo que sobró de los pedazos, siete canastos llenos.
38 Y eran los que habían comido, cuatro mil varones, además las mujeres y los niños.
39 Y despidiendo las multitudes, entró en una nave: y vino a los términos de Magdala.
Y VINIERON los Fariseos y los Saduceos, y tentándole, le pedían que les mostrase una señal del cielo.
2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando es la tarde del día, decís: Buen tiempo hará; porque el cielo tiene arreboles.
3 Y a la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo sombrío. Oh hipócritas, que sabéis discernir la faz del cielo; ¿Y en las señales de los tiempos no podéis?
4 La generación mala y adúltera busca señal; mas señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta. Y dejándoles se fue.
5 Y venidos sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de tomar pan.
6 Y Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos.
7 Y ellos razonaban entre sí mismos, diciendo: Esto es porque no tomamos pan.
8 Y conociéndolo Jesús, les dijo: Oh vosotros de poca fe, ¿por qué razonáis entre vosotros, porque no tomasteis pan?
9 ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes de los cinco mil varones, y cuántos canastos tomasteis?
10 ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, cuántos canastos tomasteis?
11 ¿Cómo es que no entendéis que no por el pan os dije, que os guardaseis de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos?
12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de levadura de pan, sino de la doctrina de los Fariseos, y de los Saduceos.
13 Y cuando Jesús vino a las partes de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que yo el Hijo del hombre soy?
14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
15 Díceles él: ¿Pero vosotros, quién decís que yo soy?
16 Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Y respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
19 Y a ti daré las llaves del reino del cielo; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en el cielo; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo.
20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
21 Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que era necesario ir él a Jerusalem, y padecer muchas cosas de los ancianos, y de los principales de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Y Pedro, tomándole aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti: en ninguna manera esto te acontezca.
23 Entonces él, volviéndose, dijo a Pedro: Ponte detrás de mí, Satanás; escándalo me eres; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los hombres.
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
25 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.
26 Porque ¿De qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O, qué recompensa dará el hombre por su alma?
27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces recompensará a cada uno conforme a sus obras.
28 De cierto os digo: que hay algunos de los que están de pie aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.
Y DESPUÉS de seis días, Jesús toma a Pedro, y a Jacobo, y a Juan su hermano, y los lleva arriba a un monte alto aparte:
2 Y fue transfigurado delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos fueron blancos como la luz.
3 Y he aquí, les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
4 Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bueno es que nosotros estemos aquí: si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos; para ti uno, y uno para Moisés, y uno para Elías.
5 Y estando aun hablando él, he aquí, una nube resplandeciente los cubrió; y, he aquí una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual estoy muy complacido: a él oíd.
6 Y cuando los discípulos oyeron esto, cayeron sobre sus rostros, y temieron en gran manera.
7 Mas Jesús llegando, les tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
8 Y cuando alzaron sus ojos, a nadie vieron, sino sólo a Jesús.
9 Y cuando descendían del monte, les mandó Jesús, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de los muertos.
10 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué pues dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?
11 Y respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero, y restituirá todas las cosas.
12 Mas os digo, que Elías es ya venido, y no le conocieron; antes hicieron en él todo lo que quisieron: Así también el Hijo del hombre padecerá de ellos.
13 Los discípulos entonces entendieron, que les hablaba de Juan el Bautista.
14 Y cuando ellos fueron venidos a la multitud, vino a él cierto hombre hincándosele de rodillas, y diciendo,
15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece malamente; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua.
16 Y le traje a tus discípulos, y no le pudieron sanar.
17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿hasta cuándo estaré con vosotros? ¿hasta cuándo os sufriré? Traédmele acá.
18 Y reprendió Jesús al demonio, y salió de él; y el muchacho fue sano desde aquella hora.
19 Entonces, vinieron los discípulos a Jesús aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no le pudimos echar fuera?
20 Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá: y se pasará: y nada os será imposible.
21 Mas este género no sale sino por oración y ayuno.
22 Y estando ellos en Galilea, les dijo Jesús: El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres,
23 Y le matarán; mas al tercer día será resucitado. Y ellos se entristecieron en gran manera.
24 Y cuando fueron venidos a Capernaum, vinieron a Pedro los que recibían las dos dracmas y dijeron: ¿No paga vuestro maestro las dos dracmas?
25 El dice: Sí. Y cuando él entró en la casa, Jesús le previno, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién reciben los tributos, o censo? ¿de sus hijos o de los extraños?
26 Pedro le dice: De los extraños. Dícele Jesús: Luego libres son los hijos.
27 Mas porque no los escandalicemos, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que viniere, tómale, y abierta su boca, hallarás un estatero, tómala y dásela a ellos por mí, y por ti.
EN aquel tiempo vinieron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino del cielo?
2 Y llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos,
3 Y dijo: De cierto os digo, que si no os convirtiereis, y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino del cielo.
4 Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino del cielo.
5 Y cualquiera que recibiere a un tal niño en mi nombre, a mí recibe.
6 Y cualquiera que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le fuera colgada del cuello una piedra de molino de asno, y fuese anegado en el profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo por los escándalos! porque menester es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!
8 Por tanto, si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalos y échalos de ti; mejor te es entrar cojo o manco en la vida, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.
9 Y si tu ojo te escandaliza, sácalo y échalo de ti: que mejor te es entrar con un ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
10 Mirad no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre que está en el cielo.
11 Porque el Hijo del hombre es venido para salvar lo que se había perdido.
12 ¿Qué os parece? Si tuviese algún hombre cien ovejas, y se descarriase una de ellas, ¿no iría por los montes, dejadas las noventa y nueve, a buscar la que se había descarriado?
13 Y si aconteciese hallarla, de cierto os digo, que más se goza de aquélla, que de las noventa y nueve que no se descarriaron.
14 De la misma manera no es la voluntad de vuestro Padre que está en el cielo, que perezca uno de estos pequeños.
15 Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, ganado has a tu hermano.
16 Mas si no te oyere, toma aún contigo uno o dos, para que en boca de dos o de tres testigos conste toda palabra.
17 Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia tenle por un pagano y un publicano.
18 De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo.
19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros convinieren sobre la tierra, tocante a cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en el cielo.
20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces Pedro, llegándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mí? ¿hasta siete veces?
22 Jesús le dice: no te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete.
23 Por lo cual, el reino del cielo es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas a sus siervos.
24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue traído uno que le debía diez mil talentos.
25 Mas no teniendo él de que pagar, mandó el señor que fuese vendido él, y su esposa y sus hijos, y todo lo que tenía, y que fuese pagado.
26 Entonces aquel siervo postrado, le adoraba diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te pagaré todo.
27 El señor de aquel siervo, movido a compasión, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que debes.
29 Entonces su consiervo, cayó a sus pies y le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.
30 Mas él no quiso, sino fue, y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.
31 Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron en gran manera, y viniendo, declararon a su señor todo lo que había pasado.
32 Entonces llamándole su señor, le dice: Oh siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste:
33 ¿No te convenía también a ti tener compasión de tu consiervo, como también tuve compasión de ti?
34 Entonces su señor, enojado, le entregó a sus verdugos, hasta que pagase todo lo que debía.
35 Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno a su hermano sus ofensas.
Y ACONTECIÓ que cuando Jesús hubo acabado estas palabras, se partió de Galilea, y vino a los términos de Judea, pasado el Jordán.
2 Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí.
3 Y vinieron a él los Fariseos, tentándole, y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su esposa por cualquiera causa?
4 Y él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
5 Y dijo: Por esta causa, el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su esposa, y serán dos en una carne?
6 Así que no son ya más dos, sino una carne. Por tanto lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre.
7 Dícenle: ¿Por qué, pues, Moisés mandó dar carta de divorcio, y repudiarla?
8 Díceles: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; mas al principio no fue así.
9 Y yo os digo, que cualquiera que repudiare a su esposa, si no fuere por causa de fornicación, y se casare con otra, comete adulterio: y el que se casare con la repudiada comete adulterio.
10 Dícenle sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su esposa, no conviene casarse.
11 Mas él les dijo: No todos son capaces de recibir este dicho, sino aquellos a quienes es dado.
12 Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; y hay eunucos, que fueron hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos, que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino del cielo. El que puede recibirlo, recíbalo.
13 Entonces le fueron traídos unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.
14 Mas Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino del cielo.
15 Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se partió de allí.
16 Y he aquí, uno llegándose, le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré, para tener la vida eterna?
17 Y él le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno es bueno sino uno, es a saber, Dios: Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Dícele: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás: No cometerás adulterio: No hurtarás: No dirás falso testimonio:
19 Honra a tu padre y a tu madre: Y, amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20 Dícele el mancebo: Todo esto guardé desde mi mocedad: ¿Qué aún me falta?
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
22 Mas cuando el mancebo oyó esta palabra, se fue triste; porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que el rico difícilmente entrará en el reino del cielo.
24 Otra vez os digo: más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de Dios.
25 Sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo?
26 Y mirándolos Jesús, les dijo: esto es imposible para con los hombres, mas para con Dios todo es posible.
27 Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido: ¿Qué pues tendremos?
28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo, que vosotros que me habéis seguido, cuando en la regeneración se sentará el Hijo del hombre en el trono de su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel.
29 Y todo aquel que ha dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna.
30 Mas muchos que son primeros serán postreros, y los postreros primeros.
PORQUE el reino del cielo es semejante a un hombre, padre de familia, que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña.
2 Y cuando hubo concertado con los obreros por un denario al día, los envió a su viña.
3 Y saliendo cerca de la hora tercera, vio otros que estaban de pie en la plaza ociosos,
4 Y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron.
5 Salió otra vez cerca de la sexta hora y de la hora novena, e hizo lo mismo.
6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló otros que estaban de pie ociosos, y les dice: ¿Por qué estáis de pie aquí todo el día ociosos?
7 Ellos le dicen: Porque nadie nos ha contratado. Díceles: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que fuere justo.
8 Y cuando fue la tarde del día, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
9 Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
10 Y viniendo también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario.
11 Y cuando lo recibieron, murmuraban contra el padre de la familia,
12 Diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga, y el calor del día.
13 Y él respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿No te concertaste conmigo por un denario?
14 Toma lo que es tuyo, y vete: mas yo quiero dar a este postrero como a ti.
15 ¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? ¿O es malo tu ojo, porque yo soy bueno?
16 Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
17 Y subiendo Jesús a Jerusalem, tomó sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
18 He aquí subimos a Jerusalem, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte;
19 Y le entregarán a los Gentiles para que le escarnezcan, y azoten, y crucifiquen; mas al tercer día resucitará.
20 Entonces se llegó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, adorándole, y pidiéndole cierta cosa.
21 Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que se asienten estos dos hijos míos, el uno a tu mano derecha, y el otro a la izquierda, en tu reino.
22 Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís: ¿Podéis beber de la copa que yo tengo que beber, y ser bautizados con el bautismo en que yo soy bautizado? Ellos le dicen: Podemos.
23 El les dice: A la verdad de mi copa beberéis, y seréis bautizados con el bautismo en que yo soy bautizado; mas sentaros a mi mano derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está aparejado por mi Padre.
24 Y cuando los diez oyeron esto, se enojaron con los dos hermanos.
25 Mas Jesús, los llamó a sí, y dijo: Vosotros sabéis que los príncipes de los Gentiles se enseñorean sobre ellos; y los que son grandes ejercen sobre ellos autoridad.
26 Mas entre vosotros no será así; sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor;
27 Y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo:
28 Así como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
29 Y saliendo ellos de Jericó, le seguía una gran multitud.
30 Y he aquí, dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: Oh Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
31 Y la multitud les reprendía para que callasen; mas ellos clamaban más, diciendo: Oh Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
32 Y Jesús se paró, y los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que os haga?
33 Ellos le dicen: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Entonces Jesús, teniéndoles misericordia, tocó los ojos de ellos, y al instante sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.
Y CUANDO se acercaron a Jerusalem, y vinieron a Betfagé, al monte de las Olivas, entonces Jesús envió dos discípulos,
2 Diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, e inmediatamente hallaréis una asna atada, y un pollino con ella: desatadla, y traédmelos.
3 Y si alguno os dijere algo, decid: El Señor los ha menester; e inmediatamente los dejará.
4 Y todo esto fue hecho, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, diciendo:
5 Decid a la hija de Sión: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, y un pollino, hijo de asna.
6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó.
7 Y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y le sentaron sobre ellos.
8 Y muy gran multitud de gente tendían sus mantos en el camino; y otros cortaban ramos de los árboles, y los tendían por el camino.
9 Y las multitudes que iban delante, y las que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
10 Y cuando él hubo entrado en Jerusalem, toda la ciudad fue conmovida, diciendo: ¿Quién es éste?
11 Y las multitudes decían: Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.
12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó las mesas de los cambiadores de dinero, y las sillas de los que vendían palomas.
13 Y les dice: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.
14 Y vinieron a él ciegos y cojos en el templo, y los sanó.
15 Mas cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas, vieron las maravillas que hacía, y a los muchachos clamando en el templo, y diciendo: Hosanna al Hijo de David: se indignaron,
16 Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dice: Sí: ¿Nunca leisteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?
17 Y dejándolos, se salió fuera de la ciudad a Betania; y posó allí.
18 Y por la mañana volviendo a la ciudad, tuvo hambre.
19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca más nazca de ti fruto para siempre. E inmediatamente la higuera se secó.
20 Entonces viendo esto los discípulos, maravillados decían: ¡Cómo se secó tan pronto la higuera!
21 Y respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera: mas también si a este monte dijereis: Quitate y échate en el mar, será hecho.
22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
23 Y cuando vino al templo, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo vinieron a él, cuando estaba enseñando, diciendo: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te dio esta autoridad?
24 Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa; la cual si me dijereis, también yo os diré con qué autoridad hago esto.
25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces razonaron entre sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo, nos dirá: ¿Por qué pues no lo creísteis?
26 Y si dijéremos: De los hombres, tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Ni yo os diré con que autoridad hago estas cosas.
28 Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
29 Y respondiendo él, dijo: No quiero; mas después, arrepentido, fue.
30 Y llegando al segundo, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Yo, señor, voy. Y no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Dicen ellos: El primero. Díceles Jesús: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras os van delante de vosotros al reino de Dios.
32 Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no lo creísteis; y los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, habiendo visto esto, no os arrepentisteis después para creerle.
33 Oíd otra parábola: fue cierto hombre, padre de familia, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella lagar, y edificó una torre, y la dio a renta a labradores, y se partió lejos.
34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos.
35 Mas los labradores, tomando los siervos, al uno hirieron, y al otro mataron, y al otro apedrearon.
36 Envió otra vez a otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.
37 Y a la postre les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
38 Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y tomemos su heredad.
39 Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron.
40 Pues cuando viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
41 Dícenle ellos: A los malos destruirá malamente, y su viña dará a renta a otros labradores, que le paguen el fruto a sus tiempos.
42 Díceles Jesús: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ésta es puesta por cabeza del ángulo: Por el Señor es hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos?
43 Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él.
44 Y el que cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, pulverizarle ha.
45 Y oyendo los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos sus parábolas, entendieron que hablaba de ellos.
46 Y buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenían por profeta.
Y RESPONDIENDO Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
2 El reino del cielo es semejante a un hombre rey, que hizo bodas a su hijo;
3 Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas no quisieron venir.
4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, mi comida he aparejado, mis toros y animales engordados son muertos, y todo está aparejado: venid a las bodas.
5 Mas ellos no hicieron caso, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
6 Y otros, tomando a sus siervos, afrentáronlos y matáronlos.
7 Y cuando el rey oyó esto, fue airado; y envió sus ejércitos y destruyó a aquellos homicidas, y puso a fuego su ciudad.
8 Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas; mas los que eran llamados, no eran dignos.
9 Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis.
10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron todos los que hallaron, juntamente malos y buenos: y las bodas fueron llenas de convidados.
11 Y cuando entró el rey para ver los convidados, vio allí un hombre no vestido de vestidura de boda.
12 Y le dice: Amigo, ¿cómo entraste acá no teniendo vestido de boda? Y él enmudeció.
13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.
14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
15 Entonces se fueron y consultaron los Fariseos, cómo le tomarían en alguna palabra.
16 Y envían a él sus discípulos con los Herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres verdadero, y que enseñas el camino de Dios en verdad, y que no te cuidas de nadie, porque no tienes acepción de persona de hombres:
17 Dinos pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
18 Mas Jesús, conociendo su malicia, les dice: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
20 Entonces les dice: ¿Cúya es esta imagen y la inscripción?
21 Ellos le dicen: De César. Y les dice: Dad pues a César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
22 Y oyendo esto, se maravillaron; y dejáronle, y se fueron.
23 En aquel día vinieron a él los Saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
24 Diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se case con su esposa, y levantará simiente a su hermano.
25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos: y el primero se casó, y murió; no teniendo simiente, dejó su esposa a su hermano.
26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta los siete.
27 Y después de todos murió también la mujer.
28 En la resurrección pues, ¿cúya de los siete será la esposa? porque todos la tuvieron.
29 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Vosotros erráis no sabiendo las Escrituras, ni el poder de Dios.
30 Porque en la resurrección, ni se casan, ni se dan en casamiento; mas son como los ángeles de Dios en el cielo.
31 Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que es dicho por Dios a vosotros, que dice:
32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos.
33 Y oyendo esto las multitudes, estaban atónitos de su doctrina.
34 Entonces los Fariseos, oyendo que había cerrado la boca a los Saduceos, se juntaron a una;
35 Y preguntó uno de ellos, doctor de la ley, tentándole y diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el mandamiento grande de la ley?
37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente.
38 Este es el primero y el grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
41 Y estando juntos los Fariseos, Jesús les preguntó,
42 Diciendo: ¿Qué os parece del Cristo? ¿De quién es hijo? Dícenle ellos: De David.
43 El les dice: Pues, ¿cómo David en espíritu le llama Señor, diciendo:
44 Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, entre tanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies?
45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?
46 Y nadie le podía responder palabra: ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.
ENTONCES Jesús habló a la multitud y a sus discípulos,
2 Diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los Fariseos:
3 Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
4 Porque atan cargas pesadas, y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover.
5 Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos,
6 Y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas;
7 Y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabí, Rabí.
8 Pero vosotros, no seáis llamados Rabí: porque uno es vuestro Maestro, es a saber el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
9 Y vuestro padre no llaméis a nadie sobre la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en el cielo.
10 Ni seáis llamados maestros: porque uno es vuestro Maestro, es a saber el Cristo.
11 Mas el que es el mayor de vosotros, será vuestro siervo.
12 Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado.
13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino del cielo delante de los hombres; que ni vosotros entráis, ni a los que entran dejáis entrar.
14 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis larga oración: por esto recibiréis más grave condenación.
15 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis el mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.
16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Cualquiera que jurare por el templo, es nada; mas cualquiera que jurare por el oro del templo, deudor es.
17 ¡Insensatos y ciegos! porque, ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
18 Y, cualquiera que jurare por el altar, es nada; mas cualquiera que jurare por el don que está sobre él, deudor es.
19 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el don, o el altar que santifica al don?
20 Pues el que jurare por el altar, jura por él, y por todas las cosas que están sobre él.
21 Y el que jurare por el templo, jura por él, y por aquél que mora en él;
22 Y el que jurare por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquél que está sentado sobre él.
23 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y habéis dejado lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe. Esto era menester hacer, y no dejar lo otro.
24 ¡Guías ciegos! que coláis el mosquito, mas tragáis el camello.
25 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera de la copa y del plato; mas de dentro estáis llenos de robo y de exceso.
26 ¡Fariseo ciego! limpia primero dentro de la copa y del plato, para que también lo que está de fuera se haga limpio.
27 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, parecen hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad.
28 Así también vosotros de fuera, a la verdad, parecéis justos a los hombres; mas de dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,
30 Y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas.
31 Así que, testimonio dais a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
32 Vosotros también henchid la medida de vuestros padres.
33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿cómo escaparéis la condenación del infierno?
34 Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas: y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis; y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad:
35 Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar.
36 De cierto os digo: todas estas cosas vendrán sobre esta generación.
37 ¡Oh Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!
38 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta.
39 Porque yo os digo, que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Y SALIDO Jesús del templo, íbase; y se llegaron sus discípulos, para mostrarle los edificios del templo.
2 Y Jesús les dijo: ¿No veis todas estas cosas? De cierto os digo, que no será dejada aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
3 Y estando sentado él en el monte de las Olivas, se llegaron a él los discípulos aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?
4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras, y rumores de guerras: mirad que no os turbéis; porque es menester que todo esto acontezca; mas aún no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y serán pestilencias, y hambres, y terremotos en diversos lugares.
8 Y todas estas cosas, serán principio de dolores.
9 Entonces os entregarán para ser afligidos, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las naciones, por causa de mi nombre.
10 Y muchos entonces serán escandalizados; y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
11 Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos.
12 Y por haberse multiplicado la iniquidad, el amor de muchos se resfriará.
13 Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.
15 Por tanto, cuando viereis la abominación de desolación, que fue dicha por Daniel el profeta, estar en pie en el lugar santo, (el que lee, entienda),
16 Entonces los que estuvieren en Judea, huyan a los montes;
17 Y el que está sobre la techumbre, no descienda a tomar algo de su casa;
18 Y el que está en el campo, no vuelva atrás a tomar sus ropas.
19 Mas ¡ay de las preñadas, y de las que den de mamar en aquellos días!
20 Orad, pues, que vuestra huída no sea en invierno, ni en día de sábado.
21 Porque habrá entonces grande tribulación, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será jamás.
22 Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
23 Entonces, si alguien os dijere: He aquí está el Cristo, o allí, no lo creáis.
24 Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas; y darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si fuese posible, aun a los escogidos.
25 He aquí, os lo he dicho antes.
26 Así que, si os dijeren: He aquí, en el desierto está; no salgáis: He aquí en los aposentos; no lo creáis.
27 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre.
28 Porque donde quiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán también las águilas.
29 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán conmovidos.
30 Y entonces se aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir en las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
31 Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, del un cabo del cielo hasta el otro.
32 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca.
33 Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
34 De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sean cumplidas.
35 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
36 Mas de aquel día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino mi Padre solo.
37 Mas como los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 Y no conocieron hasta que vino el diluvio y los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.
40 Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado:
41 Dos mujeres moliendo a un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
42 Velad pues, porque no sabéis a que hora ha de venir vuestro Señor.
43 Esto empero sabed, que si el padre de la familia supiese a cuál vela el ladrón había de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.
44 Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis.
45 ¿Quién pues es el siervo fiel y prudente, al cual su señor puso sobre su familia para que les dé alimento a tiempo?
46 Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando su señor viniere, le hallare haciendo así.
47 De cierto os digo, que sobre todos sus bienes le pondrá.
48 Mas si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor se tarda en venir;
49 Y comenzare a herir sus compañeros, y aun a comer y beber con los borrachos;
50 Vendrá el señor de aquel siervo el día que él no espera, y a la hora que él no sabe,
51 Y le cortará por medio y pondrá su parte con los hipócritas: allí será el lloro, y el crujir de dientes.
ENTONCES el reino del cielo será semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al desposado.
2 Y cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas.
3 Las que eran insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron aceite consigo.
4 Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas.
5 Y tardándose el desposado, cabecearon todas, y se durmieron.
6 Y a la media noche fue oído un clamor: He aquí, el desposado viene, salid a recibirle.
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.
9 Mas las prudentes respondieron, diciendo: No, para que no nos falte a nosotras y a vosotras: id antes a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
10 Y entre tanto que ellas fueron a comprar, vino el desposado; y las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas: y fue cerrada la puerta.
11 Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos.
12 Mas respondiendo él, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en la cual el Hijo del hombre ha de venir.
14 Porque el reino del cielo es como un hombre que partiéndose lejos, llamó a sus propios siervos, y les entregó sus bienes.
15 Y a uno dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y se partió inmediatamente lejos.
16 Entonces el que había recibido cinco talentos, se fue, negoció con ellos, e hizo otros cinco talentos.
17 Semejantemente también el que había recibido dos, ganó también él otros dos.
18 Mas el que había recibido uno, fue, y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Y después de mucho tiempo, viene el señor de aquellos siervos, y hace cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí, otros cinco talentos he ganado con ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien hecho, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
22 Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí, otros dos talentos he ganado con ellos.
23 Su señor le dijo: Bien hecho, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
24 Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, yo te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste:
25 Y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra: he aquí, tienes lo que es tuyo.
26 Mas respondiendo su señor, le dijo: Mal siervo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí:
27 Por tanto te convenía dar mi dinero a los banqueros, y viniendo yo, recibiera lo que es mío con usura.
28 Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque a todo aquel que tiene le será dado y tendrá en abundancia: mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el llorar, y el crujir de dientes.
31 Cuando el Hijo del hombre vendrá en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria.
32 Y serán juntadas delante de él todas las naciones, y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor sus ovejas de los cabritos;
33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino aparejado para vosotros desde la fundación del mundo:
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer: tuve sed, y me disteis de beber: fui extranjero, y me recogisteis:
36 Desnudo, y me cubristeis: estuve enfermo, y me visitasteis: estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán, Diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer? ¿o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos extranjero, y te recogimos? ¿o desnudo, y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí malditos, al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y sus ángeles;
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer: tuve sed, y no me disteis de beber:
43 Fui extranjero, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis.
46 Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Y ACONTECIÓ que, cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
2 Vosotros sabéis que dentro de dos días se hace la pascua, y el Hijo del hombre es entregado para ser crucificado.
3 Entonces los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos del pueblo se juntaron en el palacio del sumo sacerdote, el cual se llamaba Caifás.
4 Y tuvieron consejo para prender por engaño a Jesús, y matarle.
5 Mas decían: No en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto en el pueblo.
6 Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
7 Vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de ungüento de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa:
8 Lo cual viendo sus discípulos, se indignaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio?
9 Porque este ungüento se podía vender por gran precio, y darse a los pobres.
10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué dais pena a la mujer? porque ha hecho buena obra para conmigo.
11 Porque siempre tenéis pobres con vosotros, mas a mí no siempre me tenéis.
12 Porque echando ella este ungüento sobre mi cuerpo, para sepultarme lo ha hecho.
13 De cierto os digo, que dondequiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo, también será dicho para memoria de ella, lo que ésta ha hecho.
14 Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los príncipes de los sacerdotes,
15 Y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le señalaron treinta piezas de plata.
16 Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
17 Y el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que te aderecemos para comer la pascua?
18 Y él dijo: Id a la ciudad a tal hombre, y decidle: El Maestro dice: Mí tiempo está cerca; en tu casa haré la pascua con mis discípulos.
19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y aderezaron la pascua.
20 Y venida la tarde del día, estaba sentado a la mesa con los doce.
21 Y estando comiendo ellos, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar.
22 Y ellos entristecidos en gran manera, comenzaron cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?
23 Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, éste me ha de entregar.
24 A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él; mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! bueno le fuera al tal hombre no haber nacido.
25 Entonces respondiendo Judas, que le entregaba, dijo: ¿Quizá soy yo, Maestro? Dícele: Tú lo has dicho.
26 Y estando comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió, y dio a los discípulos, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
27 Y tomando la copa, y dando gracias, dióles, diciendo: Bebed de ella todos.
28 Porque esto es mi sangre del nuevo testamento, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados.
29 Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
30 Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de las Olivas.
31 Entonces Jesús les dice: Todos vosotros seréis escandalizados en mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán esparcidas las ovejas de la manada.
32 Mas después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Y respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado.
34 Jesús le dice: De cierto te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Dícele Pedro: Aunque me sea menester morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
36 Entonces viene Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, hasta que vaya allí y ore.
37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse, y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces él les dice: Mi alma está muy triste hasta la muerte: quedaos aquí, y velad conmigo.
39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando, y diciendo: Oh Padre mío, si es posible pase de mí esta copa: empero no como yo quiero, mas como tú.
40 Y viene a los discípulos, y los halla durmiendo; y dice a Pedro: ¡Qué! ¿No habéis podido velar conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu a la verdad está presto, mas la carne débil.
42 Se fue otra vez, por segunda vez, y oró, diciendo: Oh Padre mío, si no puede esta copa pasar de mí sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Y vino, y los halló otra vez durmiendo; porque los ojos de ellos eran agravados.
44 Y dejándolos fue otra vez, y oró tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces viene a sus discípulos, y les dice: Dormid ya, y descansad: he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.
46 Levantaos, vamos: he aquí, se acerca el que me entrega.
47 Y estando él aún hablando, he aquí Judas, uno de los doce, vino, y con él una grande multitud con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregaba les había dado señal diciendo: Al que yo besare, aquél es: prendedle.
49 Y llegándose inmediatamente a Jesús, dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó.
50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces llegaron, y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
51 Y, he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le cortó su oreja.
52 Entonces Jesús le dice: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren espada, a espada perecerán.
53 O ¿piensas tú que yo no puedo ahora orar a mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles?
54 Mas ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que así es menester que sea hecho?
55 En aquella hora dijo Jesús a la multitud: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme? cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
56 Mas todo esto fue hecho para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
57 Y los que habían prendido a Jesús, le llevaron a Caifás el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban juntados.
58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote; y entrado dentro, se estaba sentado con los siervos, para ver el fin.
59 Y los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, y todo el concilio, buscaban algún falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte;
60 Y no hallaban: y aunque muchos testigos falsos vinieron, no lo hallaron. Mas a la postre vinieron dos testigos falsos,
61 Que dijeron: Este dijo: Puedo destruir el templo de Dios, y reedificarlo en tres días.
62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
63 Mas Jesús callaba. Y respondiendo el sumo sacerdote, le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas, si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dice: Tú lo has dicho. Y aun os digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de poder, y viniendo en las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: Blasfemado ha: ¿qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora habéis oído su
blasfemia.
66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: Culpado es de muerte.
67 Entonces le escupieron en su rostro, y le herían a puñadas y otros le dieron de bofetadas,
68 Diciendo: Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te ha herido?
69 Y Pedro entretanto estaba sentado fuera en el patio; y se llegó a él una criada, diciendo: tú también estabas con Jesús el Galileo.
70 Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.
71 Y cuando salió al pórtico, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús de Nazaret.
72 Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
73 Y después de un poco se llegaron los que por allí estaban de pie, y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres uno de ellos; porque aun tu habla te hace manifiesto.
74 Entonces comenzó a echarse maldiciones, y a jurar, diciendo: No conozco al hombre. Y al instante el gallo cantó.
75 Y se acordó Pedro de la palabra de Jesús, que le dijo: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliéndose fuera, lloró amargamente.
Y VENIDA la mañana, tomaron consejo todos los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo, contra Jesús, para entregarle a muerte.
2 Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato gobernador.
3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, volvió arrepentido las treinta piezas de plata a los príncipes de los sacerdotes, y a los ancianos,
4 Diciendo: Yo he pecado entregando la sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué se nos da a nosotros? Viéraslo tú.
5 Y arrojando las piezas de plata al templo, se partió, y fue, y se ahorcó.
6 Y los príncipes de los sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre.
7 Y tomando consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, por sepultura para los extranjeros.
8 Por lo cual fue llamado aquel campo, el campo de sangre hasta el día de hoy.
9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, diciendo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue apreciado por los hijos de Israel;
10 Y las dieron para comprar el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
11 Y Jesús estaba de pie delante del gobernador, y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
12 Y siendo acusado por los príncipes de los sacerdotes, y por los ancianos, nada respondió.
13 Pilato entonces le dice: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
14 Y no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
15 Y en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, cual quisiesen.
16 Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.
17 Pues, habiéndose juntado ellos, les dijo Pilato: ¿Cuál queréis que os suelte? ¿a Barrabás, o a Jesús que es llamado Cristo?
18 Porque sabía que por envidia le habían entregado.
19 Y estando él sentado en el tribunal, su esposa envió a él, diciendo: No tengas que ver con aquel justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él.
20 Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y destruyese a Jesús.
21 Y respondiendo el gobernador les dijo: ¿Cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás.
22 Pilato les dijo: ¿Qué pues haré con Jesús el que es llamado Cristo? Dícenle todos: Sea crucificado.
23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Mas ellos alzaban más el grito, diciendo: Sea crucificado.
24 Y viendo Pilato que nada aprovechaba, antes se hacía más alboroto, tomando agua lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo: vedlo vosotros.
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y juntaron a él toda la compañía.
28 Y desnudándole, echáronle encima un manto de grana.
29 Y habiendo tejido una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, hacían burla de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos!
30 Y escupiendo en él, tomaron la caña, y le herían en la cabeza.
31 Y después que le hubieron escarnecido, le desnudaron el manto, y le vistieron de sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.
32 Y saliendo, hallaron a un hombre Cireneo, que se llamaba Simón: a éste cargaron para que llevase su cruz.
33 Y cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que quiere decir, el lugar de la Calavera,
34 Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y cuando lo hubo gustado, no quiso beberlo.
35 Y después que le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes: para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
36 Y sentados allí, le vigilaban.
37 Y pusieron sobre su cabeza la acusación contra él escrita: ESTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS.
38 Entonces fueron crucificados con él dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
39 Y los que pasaban, le injuriaban, meneando sus cabezas,
40 Y diciendo: Tú, el que destruyes el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo: Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41 De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciendo con los escribas y los ancianos, decían:
42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar: Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y le creeremos.
43 Confió en Dios: líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.
44 Lo mismo también le zaherían los ladrones que estaban crucificados con él.
45 Y desde la hora de sexta fueron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Y cerca de la hora novena, Jesús exclamó con gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
47 Y algunos de los que estaban de pie allí, oyéndolo, decían: A Elías llama éste.
48 E inmediatamente, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la hinchió de vinagre, y poniéndola en una caña, le daba para que bebiese.
49 Y los otros decían: Deja, veamos si vendrá Elías a salvarle.
50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado con grande voz, entregó el espíritu.
51 Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo: y la tierra tembló, y las rocas se hendieron;
52 Y los sepulcros se abrieron; y muchos cuerpos de santos, que habían dormido, se levantaron.
53 Y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
54 Y el centurión, y los que estaban con él vigilando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, diciendo: Verdaderamente el Hijo de Dios era éste.
55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido de Galilea a Jesús, sirviéndole:
56 Entre las cuales era María Magdalena, y María madre de Jacobo y de Joses, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y cuando fue la tarde del día, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual también era discípulo de Jesús.
58 Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús: Entonces Pilato mandó que el cuerpo se le diese.
59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,
60 Y lo puso en un sepulcro suyo nuevo, que había labrado en la roca; y revuelta una grande piedra a la puerta del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
62 Y el siguiente día, que es después de la preparación, se juntaron los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos a Pilato,
63 Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.
64 Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; porque no vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos; y será el postrer error peor que el primero.
65 Pilato les dijo: La guardia tenéis: id, aseguradlo como sabéis.
66 Ellos, pues, se fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
EN el fin del sábado, así como iba amaneciendo el primer día de la semana, vino María Magdalena, y la otra María, a ver el sepulcro.
2 Y he aquí, fue hecho un gran terremoto: porque el ángel del Señor, descendió del cielo y vino y revolvió la piedra de la puerta, y estaba sentado sobre ella.
3 Y su aspecto era como relámpago, y su vestido blanco como la nieve.
4 Y los guardas temblaron del miedo de él, y fueron vueltos como muertos.
5 Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
6 No está aquí; porque es resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde estaba puesto el Señor.
7 E id presto, decid a sus discípulos que es resucitado de los muertos: y, he aquí, él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis; he aquí, os lo he dicho.
8 Y saliendo ellas prestamente del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.
9 Y mientras iban a dar las nuevas a sus discípulos, he aquí, Jesús les sale al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas se llegaron, y abrazaron sus pies, y le adoraron.
10 Entonces Jesús les dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allá me verán.
11 Y yendo ellas, he aquí unos de la guardia vinieron a la ciudad, y dieron aviso a los principales de los sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.
12 Y juntados con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados,
13 Diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron, estando nosotros dormidos.
14 Y si esto fuere oído del gobernador, nosotros le persuadiremos, y os haremos seguros.
15 Y ellos, tomando el dinero hicieron como habían sido instruidos; y este dicho ha sido divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.
16 Mas los once discípulos se fueron a Galilea, al monte, donde Jesús les había mandado.
17 Y cuando le vieron, le adoraron: mas algunos dudaban.
18 Y llegando Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto id, enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo:
20 Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.