HE aquí, el día del SEÑOR viene, y tus despojos serán repartidos en medio de tí.
2 Porque yo reuniré todas las gentes en batalla contra Jerusalem; y la ciudad será tomada, y saqueadas serán las casas, y forzadas las mujeres: y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será talado de la ciudad.
3 Después saldrá el SEÑOR, y peleará con aquellas gentes, como peleó el día de la batalla.
4 Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está en frente de Jerusalem a la parte de oriente: y el monte de las Olivas se partirá por medio de sí hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un muy grande valle; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur.
5 Y huiréis al valle de los montes; porque el valle de los montes llegará hasta Hasal; y huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías, rey de Judá: y vendrá el SEÑOR mi Dios, y con él todos los santos.
6 Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura.
7 Y será un día, el cual es conocido del SEÑOR, que ni será día ni noche; mas acontecerá que al tiempo de la tarde habrá luz.
8 Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalem aguas vivas; la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno.
9 Y el SEÑOR será rey sobre toda la tierra. En aquel día el SEÑOR será uno, y uno su nombre.
10 Y toda la tierra se tornará como llanura desde Gabaa hasta Rimón al sur de Jerusalem: y ésta será enaltecida, y habitarse ha en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera, hasta la puerta de los rincones; y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey.
11 Y morarán en ella, y nunca más será anatema; sino que será Jerusalem habitada confiadamente.
12 Y ésta será la plaga con que herirá el SEÑOR a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalem: la carne de ellos se disolverá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán sus ojos en sus cuencas, y su lengua se les deshará en su boca.
13 Y acontecerá en aquel día que habrá en ellos gran quebrantamiento del SEÑOR; porque trabará cada uno de la mano de su compañero, y su mano echará contra la mano de su compañero.
14 Y Judá también peleará en Jerusalem. Y serán reunidas las riquezas de todas las gentes de alrededor: oro, y plata, y ropas de vestir, en grande abundancia.
15 Y tal como esto será la plaga de los caballos, de los mulos, de los camellos, de los asnos, y de todas las bestias que estuvieren en aquellos campamentos.
16 Y todos los que quedaren de las gentes que vinieron contra Jerusalem subirán de año en año a adorar al Rey, el SEÑOR de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de las Cabañas.
17 Y acontecerá, que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalem a adorar al Rey, el SEÑOR de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia.
18 Y si la familia de Egipto no subiere, y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que el SEÑOR herirá las gentes que no subieren a celebrar la fiesta de las Cabañas.
19 Ésta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las gentes que no subieran a celebrar la fiesta de las Cabañas.
20 En aquel tiempo estará sobre las campanillas de los caballos: SANTIDAD AL SEÑOR; y las ollas en la casa del SEÑOR serán como los tazones delante del altar.
21 Y será toda olla en Jerusalem y en Judá santidad al SEÑOR de los ejércitos: y todos los que sacrificaren, vendrán y tomarán de ellas, y cocerán en ellas: y no habrá más Cananeo alguno en la casa del SEÑOR de los ejércitos en aquel tiempo.
EN aquel tiempo habrá manantial abierto para la casa de David y para los moradores de Jerusalem, para el pecado y la inmundicia.
2 Y será en aquel día, dice el SEÑOR de los ejércitos, que talaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca más vendrán en memoria: y también haré talar de la tierra los profetas, y espíritu de inmundicia.
3 Y será que cuando alguno más profetizare, diránle su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre del SEÑOR: y su padre y su madre que lo engendraron, le alancearán cuando profetizare.
4 Y será en aquel tiempo, que todos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profetizaren; ni nunca más se vestirán de manto velloso para mentir.
5 Y dirá: No soy profeta; labrador soy de la tierra: porque esto aprendí del hombre desde mi juventud.
6 Y le preguntarán: ¿Qué heridas son éstas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.
7 Levántate, oh espada, sobre el pastor, y sobre el hombre compañero mío, dice el SEÑOR de los ejércitos. Hiere al pastor, y se derramarán las ovejas: mas tornaré mi mano sobre los chiquitos.
8 Y acontecerá en toda la tierra, dice el SEÑOR, que las dos partes serán taladas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella.
9 Y meteré en el fuego la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y probarélos como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: el SEÑOR es mi Dios.
CARGA de la palabra del SEÑOR acerca de Israel. El SEÑOR, que extiende los cielos, y funda la tierra, y forma el espíritu del hombre dentro de él, ha dicho:
2 He aquí, yo pongo a Jerusalem por copa de temblor a todos los pueblos de alrededor cuando estén en el sitio contra Judá y contra Jerusalem.
3 Y será en aquel día, que yo pondré a Jerusalem por piedra pesada a todos los pueblos: todos los que se la cargaren, serán despedazados, bien que todas las gentes de la tierra se juntarán contra ella.
4 En aquel día, dice el SEÑOR, heriré con aturdimiento a todo caballo, y con locura al que en él sube; mas sobre la casa de Judá abriré mis ojos, y a todo caballo de los pueblos heriré con ceguera.
5 Y los capitanes de Judá dirán en su corazón: Mi fuerza son los moradores de Jerusalem en el SEÑOR de los ejércitos su Dios.
6 En aquel día pondré los capitanes de Judá como un brasero de fuego en leña, y como una hacha de fuego en gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra todos los pueblos alrededor: y Jerusalem será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalem.
7 Y librará el SEÑOR las tiendas de Judá primero, porque la gloria de la casa de David y del morador de Jerusalem no se engrandezca sobre Judá.
8 En aquel día el SEÑOR defenderá al morador de Jerusalem: y el que entre ellos fuere flaco, en aquel tiempo será como David; y la casa de David como ángeles, como el ángel del SEÑOR delante de ellos.
9 Y será que en aquel día yo procuraré quebrantar todas las gentes que vinieren contra Jerusalem.
10 Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito.
11 En aquel día habrá gran llanto en Jerusalem, como el llanto de Adadrimón en el valle de Meguido.
12 Y la tierra lamentará, cada linaje de por sí; el linaje de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; el linaje de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí;
13 El linaje de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; el linaje de Simei por sí, y sus mujeres por sí;
14 Todos los otros linajes, los linajes por sí, y sus mujeres por sí.
OH Líbano, abre tus puertas, y queme fuego tus cedros.
2 Aúlla, oh ciprés, porque el cedro cayó, porque los magníficos son talados. Aullad, encinas de Basán, porque el fuerte monte es derribado.
3 Voz de aullido de pastores, porque su magnificencia es asolada; estruendo de rugidos de cachorros de leones, porque la soberbia del Jordán es destruída.
4 Así ha dicho el SEÑOR mi Dios: Apacienta las ovejas de la matanza;
5 A las cuales mataban sus compradores, y no se tenían por culpables; y el que las vendía, decía: Bendito sea el SEÑOR, que he enriquecido; ni sus pastores tenían piedad de ellas.
6 Por tanto, no más tendré piedad de los moradores de la tierra, dice el SEÑOR: porque he aquí, yo entregaré los hombres, cada cual en mano de su compañero, y en mano de su rey; y quebrantarán la tierra, y yo no libraré de sus manos.
7 Apacenté pues las ovejas de la matanza, es a saber, los pobres del rebaño. Y me tomé dos cayados; al uno puse por nombre Gracia, y al otro Ataduras; y apacenté las ovejas.
8 E hice matar tres pastores en un mes, y mi alma se angustió por ellos, y también el alma de ellos me aborreció a mí.
9 Y dije: No os apacentaré; la que muriere, muera; y la que se perdiere, se pierda; y las que quedaren, que cada una coma la carne de su compañera.
10 Tomé luego mi cayado Gracia, y quebrélo, para deshacer mi pacto que concerté con todos los pueblos.
11 Y fue deshecho en ese día, y así conocieron los pobres del rebaño que miran a mí, que era palabra del SEÑOR.
12 Y díjeles: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron para mi salario treinta piezas de plata.
13 Y díjome el SEÑOR: Échalo al alfarero, hermoso precio con que me han apreciado. Y tomé las treinta piezas de plata, y echélas al alfarero en la casa del SEÑOR.
14 Quebré luego el otro mi cayado Ataduras, para romper la hermandad entre Judá e Israel.
15 Y díjome el SEÑOR: Toma aún los aperos de un pastor insensato;
16 Porque, he aquí, levantaré un pastor en la tierra, quien no visitará a ellas que están cortadas, ni buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada, ni alimentará la que está sola; sino que comerá la carne de la gruesa, y despedazará sus uñas.
17 ¡Ay del pastor inútil que deja el rebaño! La espada será sobre su brazo, y sobre su ojo derecho; y su brazo será secado del todo, y su ojo derecho será enteramente oscurecido.
PEDID al SEÑOR lluvia en la sazón tardía: el SEÑOR hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno.
2 Porque las imágenes han hablado vanidad, y los adivinos han visto mentira, y han hablado sueños vanos, en vano consuelan: por lo cual se fueron ellos como ovejas, fueron humillados porque no tuvieron pastor.
3 Contra los pastores se ha encendido mi enojo, y castigaré los machos de cabrío: mas el SEÑOR de los ejércitos visitará su rebaño, la casa de Judá, y tornarálos como su caballo de honor en la guerra.
4 De él saldrá el ángulo, de él la clavija, de él el arco de la guerra, de él también todo apremiador.
5 Y serán como valientes, que en la batalla pisan al enemigo en el lodo de las calles; y pelearán, porque el SEÑOR será con ellos; y los que cabalgan en caballos serán avergonzados.
6 Porque yo fortificaré la casa de Judá, y guardaré la casa de José; y harélos volver, porque de ellos tendré piedad; y serán como si no los hubiera desechado; porque yo soy el SEÑOR su Dios, que los oiré.
7 Y será Efraím como valiente, y alegraráse su corazón como de vino: sus hijos también verán y se alegrarán; su corazón se gozará en el SEÑOR.
8 Yo les silbaré y los juntaré, porque los he redimido; y serán multiplicados como fueron multiplicados.
9 Bien que los sembraré entre los pueblos, aun en lejanos países se acordarán de mí; y vivirán con sus hijos, y tornarán.
10 Porque yo los tornaré de la tierra de Egipto, y los recogeré de la Asiria; y traerélos a la tierra de Galaad y del Líbano, y no les bastará.
11 Y la tribulación pasará por el mar, y en el mar herirá las ondas, y se secarán todas las honduras del río: y la soberbia del Asirio será derribada, y se perderá el cetro de Egipto.
12 Y yo los fortificaré en el SEÑOR, y caminarán en su nombre, dice el SEÑOR.
CARGA de la palabra del SEÑOR contra tierra de Hadrac, y de Damasco su reposo: porque al SEÑOR están vueltos los ojos de los hombres, y de todas las tribus de Israel.
2 Y también Hamat tendrá término en ella; Tiro y Sidón, aunque muy sabia sea.
3 Bien que Tiro se edificó fortaleza, y amontonó plata como polvo, y oro como lodo de las calles,
4 He aquí, el SEÑOR la empobrecerá, y herirá en el mar su fortaleza, y ella será consumida de fuego.
5 Ascalón verá, y temerá; Gaza también, y se dolerá en gran manera: asimismo Ecrón, porque su esperanza será confundida; y de Gaza perecerá el rey, y Ascalón no será habitada.
6 Y habitará en Asdod un extranjero, y yo talaré la soberbia de los Palestinos;
7 Y quitaré sus sangres de su boca, y sus abominaciones de sus dientes, y quedarán ellos también para nuestro Dios, y serán como capitanes en Judá, y Ecrón como el Jebuseo.
8 Y seré real de ejército a mi casa, a causa del que va y del que viene: y no pasará más sobre ellos angustiador; porque ahora miré con mis ojos.
9 Alégrate mucho, oh hija de Sión; da voces de júbilo, oh hija de Jerusalem: he aquí, tu Rey vendrá a tí, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, así sobre un pollino hijo de asna.
10 Y de Efraím destruiré los carros, y los caballos de Jerusalem; y los arcos de guerra serán quebrados: y hablará paz a las gentes; y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra.
11 Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos del aljibe en que no hay agua.
12 Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado.
13 Porque entesado he para mí a Judá como arco, henchí a Efraím; y despertaré tus hijos, oh Sión, contra tus hijos, oh Grecia, y te pondré como espada de valiente.
14 Y el SEÑOR será visto sobre ellos, y su dardo saldrá como relámpago: y el Señor DIOS tocará trompeta, e irá como torbellinos del sur.
15 El SEÑOR de los ejércitos los amparará, y ellos devorarán, y sujetarán a las piedras de la honda, y beberán, y harán estrépito como tomados del vino; y se llenarán como cuenco, o como los lados del altar.
16 Y los salvará en aquel día el SEÑOR su Dios como a rebaño de su pueblo: porque serán engrandecidos en su tierra como piedras de corona.
17 Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo alegrará a los mancebos, y el vino a las doncellas.
Y VINO a mí la palabra del SEÑOR de los ejércitos, diciendo:
2 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Yo he celado a Sión con grande celo, y con grande ira la celé.
3 Así dice el SEÑOR: Yo he restituído a Sión, y moraré en medio de Jerusalem: y Jerusalem se llamará Ciudad de Verdad, y el monte del SEÑOR de los ejércitos, Monte de Santidad.
4 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Aun han de morar viejos y viejas en las plazas de Jerusalem, y cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días.
5 Y las calles de la ciudad serán llenas de muchachos y muchachas, que jugarán en las calles.
6 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Si esto parecerá dificultoso a los ojos del resto de este pueblo en aquellos días, ¿también será dificultoso delante de mis ojos? dice el SEÑOR de los ejércitos.
7 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: He aquí, yo salvo mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol;
8 Y traerélos, y habitarán en medio de Jerusalem; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios con verdad y con justicia.
9 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Esfuércense vuestras manos, de vosotros los que oís en estos días estas palabras de la boca de los profetas, desde el día que se echó el cimiento a la casa del SEÑOR de los ejércitos, para edificar el templo.
10 Porque antes de estos días no ha habido paga de hombre, ni paga de bestia, ni hubo paz alguna para entrante ni para saliente, a causa del enemigo: y yo dejé todos los hombres, cada cual contra su compañero.
11 Mas ahora no lo haré con el resto de este pueblo como en aquellos días pasados, dice el SEÑOR de los ejércitos.
12 Porque habrá simiente de paz; la vid dará su fruto, y dará su producto la tierra, y los cielos darán su rocío; y haré que el resto de este pueblo posea todo esto.
13 Y será que como fuisteis maldición entre las gentes, oh casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré, y seréis bendición. No temáis, mas esfuércense vuestras manos.
14 Porque así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, dice el SEÑOR de los ejércitos, y no me arrepentí;
15 Así tornando he pensado de hacer bien a Jerusalem y a la casa de Judá en estos días: no temáis.
16 Éstas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad en vuestras puertas verdad y juicio de paz:
17 Y ninguno de vosotros maquinéis mal en su corazón contra su prójimo, ni améis juramento falso: porque todas éstas son cosas que aborrezco, dice el SEÑOR.
18 Y vino a mí la palabra del SEÑOR de los ejércitos, diciendo:
19 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, y el ayuno del quinto, y el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, se tornarán a la casa de Judá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad pues verdad y paz.
20 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Aun vendrán pueblos, y moradores de muchas ciudades;
21 Y vendrán los moradores de la una a la otra, y dirán: Vamos a implorar el favor del SEÑOR, y a buscar al SEÑOR de los ejércitos. Yo también iré.
22 Y vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar al SEÑOR de los ejércitos en Jerusalem, y a implorar el favor del SEÑOR.
23 Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de todas las lenguas de las gentes, trabarán de la falda de un Judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.
Y ACONTECIÓ en el año cuarto del rey Darío, que vino la palabra del SEÑOR a Zacarías a los cuatro del mes noveno, que es Quisleu;
2 Cuando fue enviado a la casa de Dios, Saraser, con Regem-melec y sus hombres, a implorar el favor del SEÑOR,
3 Y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa del SEÑOR de los ejércitos, y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años?
4 Vino pues a mí la palabra del SEÑOR de los ejércitos, diciendo:
5 Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayunado para mí?
6 Y cuando coméis y bebéis, ¿no coméis y bebéis para vosotros?
7 ¿No oiréis las palabras que proclamó el SEÑOR por medio de los profetas primeros, cuando Jerusalem estaba habitada y próspera, y sus ciudades en sus alrededores, y el sur y la campiña estaban habitados?
8 Y vino la palabra del SEÑOR a Zacarías, diciendo:
9 Así habló el SEÑOR de los ejércitos, diciendo: Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano:
10 No oprimáis a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero, ni al pobre; ni ninguno maquinéis mal en su corazón contra su hermano.
11 Empero no quisieron escuchar, antes dieron hombro rebelado, y agravaron sus oídos para no oír:
12 Y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que el SEÑOR de los ejércitos enviaba por su espíritu, por mano de los profetas primeros: fue, por tanto, hecho grande castigo por el SEÑOR de los ejércitos.
13 Y aconteció que como él clamó, y no escucharon, así ellos clamaron, y yo no escuché, dice el SEÑOR de los ejércitos;
14 Antes los esparcí con torbellino por todas las gentes que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras de ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues tornaron en asolamiento el país deseable.
Y TORNÉME, y alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes; y aquellos montes eran de latón.
2 En el primer carro había caballos bermejos, y el segundo carro caballos negros,
3 Y en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto carro caballos overos ruciorrodados.
4 Respondí entonces, y dije al ángel que conmigo hablaba: SEÑOR mío, ¿qué es esto?
5 Y el ángel me respondió, y díjome: Éstos son los cuatro vientos de los cielos, que salen de donde están delante del SEÑOR de toda la tierra.
6 En el que estaban los caballos negros, salieron hacia la tierra del norte: y los blancos salieron tras ellos; y los overos salieron hacia la tierra del sur.
7 Y los rucios salieron, y se afanaron por ir a recorrer la tierra. Y dijo: Id, recorred la tierra. Y recorrieron la tierra.
8 Luego me llamó, y hablóme diciendo: Mira, los que salieron hacia la tierra del norte hicieron reposar mi espíritu en la tierra del norte.
9 Y vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:
10 Toma de los del cautiverio, de Heldai, y de Tobías, y de Jedaía, los cuales volvieron de Babilonia; y vendrás tú en aquel día, y entrarás en casa de Josías hijo de Sefanías;
11 Tomarás pues plata y oro, y harás coronas, y las pondrás en la cabeza del gran sacerdote Josué, hijo de Josadac;
12 Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado el SEÑOR de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es RENUEVO, el cual brotará de su lugar, y edificará el templo del SEÑOR:
13 Él edificará el templo del SEÑOR, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y será sacerdote en su solio; y consejo de paz será entre ambos a dos.
14 Y Helem, y Tobías, y Jedaía, y Hen, hijo de Sefanías, tendrán coronas por memorial en el templo del SEÑOR.
15 Y los que están lejos vendrán y edificarán en el templo del SEÑOR, y conoceréis que el SEÑOR de los ejércitos me ha enviado a vosotros. Y será esto, si oyereis obedientes la voz del SEÑOR vuestro Dios.
Y TORNÉME, y alcé mis ojos, y miré, y he aquí un rollo que volaba.
2 Y díjome: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo, y diez codos de ancho.
3 Díjome entonces: Ésta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta, (como está de la una parte del rollo) será destruido; y todo aquel que jura, (como está de la otra parte del rollo) será destruído.
4 Yo la saqué, dice el SEÑOR de los ejércitos, y vendrá a la casa del ladrón, y a la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa, y consumirála, con sus enmaderamientos y sus piedras.
5 Y salió aquel ángel que hablaba conmigo, y díjome: Alza ahora tus ojos, y mira qué es esto que sale.
6 Y dije: ¿Qué es? Y él dijo: Éste es un efa que sale. Además dijo: Ésta es la semejanza de ellos en toda la tierra.
7 Y he aquí, traían un talento de plomo, y una mujer estaba asentada en medio de aquel efa.
8 Y él dijo: Ésta es la maldad; y echóla dentro del efa, y echó la masa de plomo en su boca.
9 Alcé luego mis ojos, y miré, y he aquí dos mujeres que salían, y traían viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y alzaron el efa entre la tierra y el cielo.
10 Y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa?
11 Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar: y será asentado y puesto allá sobre su asiento.
Y VOLVIÓ el ángel que hablaba conmigo, y despertóme como un hombre que es despertado de su sueño.
2 Y díjome: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelero todo de oro, con su vaso sobre su cabeza, y sus siete lámparas encima del candelero; y siete canales para las lámparas que están encima de él;
3 Y sobre él dos olivas, la una a la derecha del vaso, y la otra a su izquierda.
4 Proseguí, y hablé a aquel ángel que hablaba conmigo, diciendo: ¿Qué es esto, señor mío?
5 Y el ángel que hablaba conmigo respondió, y díjome: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío.
6 Entonces respondió y hablóme, diciendo: Ésta es la palabra del SEÑOR a Zorobabel, en que se dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho el SEÑOR de los ejércitos.
7 ¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella.
8 Y vino la palabra del SEÑOR a mí, diciendo:
9 Las manos de Zorobabel echarán el fundamento a esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que el SEÑOR de los ejércitos me envió a vosotros.
10 Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Aquellas siete son los ojos del SEÑOR que recorren por toda la tierra.
11 Hablé más, y díjele: ¿Qué significan estas dos olivas a la derecha del candelero, y a su izquierda?
12 Hablé aún de nuevo, y díjele: ¿Qué significan las dos ramas de olivas que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?
13 Y respondióme, diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: SEÑOR mío, no.
14 Y él dijo: Estos dos hijos de aceite son los que están delante del SEÑOR de toda la tierra.
Y MOSTRÓME a Josué, el gran sacerdote, el cual estaba delante del ángel del SEÑOR; y Satanás estaba a su mano derecha para serle adversario.
2 Y dijo el SEÑOR a Satanás: El SEÑOR te reprenda, oh Satanás; Sí, el SEÑOR que ha escogido a Jerusalem, te reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio?
3 Y Josué estaba vestido de vestimentas viles, y estaba delante del ángel.
4 Y habló el ángel, e intimó a los que estaban delante de sí, diciendo: Quitadle esas vestimentas viles. Y a él dijo: Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala.
5 Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vistiéronle de ropas. Y el ángel del SEÑOR estaba en pie.
6 Y el ángel del SEÑOR protestó al mismo Josué, diciendo:
7 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también tú guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré plaza.
8 Escucha pues ahora, Josué gran sacerdote, tú, y tus amigos que se sientan delante de tí; porque son varones simbólicos: He aquí, yo traigo a mi siervo, el RENUEVO.
9 Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos: he aquí, yo grabaré su escultura, dice el SEÑOR de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día.
10 En aquel día, dice el SEÑOR de los ejércitos, cada uno de vosotros llamará a su compañero debajo de la vid, y debajo de la higuera.
ALCÉ después mis ojos, y miré y he aquí un varón que tenía en su mano un cordel de medir.
2 Y díjele: ¿A dónde vas? Y él me respondió: A medir a Jerusalem, para ver cuánta es su anchura, y cuánta su longitud.
3 Y he aquí, salía aquel ángel que hablaba conmigo, y otro ángel le salió al encuentro,
4 Y díjole: Corre, habla a este mozo, diciendo: Sin muros será habitada Jerusalem a causa de la multitud de los hombres, y de las bestias en medio de ella.
5 Yo seré para ella, dice el SEÑOR, muro de fuego en derredor, y seré por gloria en medio de ella.
6 Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el SEÑOR, pues por los cuatro vientos del cielo os esparcí, dice el SEÑOR.
7 Oh Sión, la que moras con la hija de Babilonia, escápate.
8 Porque así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Después de la gloria me enviará él a las gentes que os despojaron: porque el que os toca, toca a la niña de su ojo.
9 Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que el SEÑOR de los ejércitos me envió.
10 Canta y alégrate, hija de Sión: porque he aquí vengo, y moraré en medio de tí, ha dicho el SEÑOR.
11 Y uniránse muchas gentes al SEÑOR en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré en medio de tí; y entonces conocerás que el SEÑOR de los ejércitos me ha enviado a tí.
12 Y el SEÑOR poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalem.
13 Calle toda carne delante del SEÑOR, porque él se ha despertado de su santa morada.
EN el mes octavo, en el año segundo de Darío, vino la palabra del SEÑOR a Zacarías profeta, hijo de Berequías, hijo de Iddo, diciendo:
2 Enojóse el SEÑOR con ira contra vuestros padres.
3 Les dirás pues: Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Volveos a mí, dice el SEÑOR de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho el SEÑOR de los ejércitos.
4 No seáis como vuestros padres, a los cuales dieron voces los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos, y de vuestras malas obras: y no atendieron, ni me escucharon, dice el SEÑOR.
5 Vuestros padres, ¿dónde están? y los profetas ¿han de vivir para siempre?
6 Empero mis palabras y mis ordenanzas que mandé a mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron a vuestros padres? Por eso se volvieron ellos y dijeron: Como el SEÑOR de los ejércitos pensó tratarnos conforme a nuestros caminos, y conforme a nuestras obras, así lo hizo con nosotros.
7 A los veinticuatro del mes undécimo, que es el mes de Sebat, en el año segundo de Darío, vino la palabra del SEÑOR a Zacarías profeta, hijo de Berequías, hijo de Iddo, diciendo:
8 Ví de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo bermejo, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de él había caballos bermejos, overos, y blancos.
9 Entonces dije: ¿Qué son éstos, señor mío? Y díjome el ángel que hablaba conmigo: Yo te enseñaré qué son éstos.
10 Y aquel varón que estaba entre los mirtos respondió, y dijo: Éstos son los que el SEÑOR ha enviado a recorrer la tierra.
11 Y ellos hablaron a aquel ángel del SEÑOR que estaba entre los mirtos, y dijeron: Hemos recorrido la tierra, y he aquí toda la tierra está reposada y quieta.
12 Y respondió el ángel del SEÑOR, y dijo: Oh SEÑOR de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalem, y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años?
13 Y el SEÑOR respondió buenas palabras, palabras consolatorias a aquel ángel que hablaba conmigo.
14 Y díjome el ángel que hablaba conmigo: Clama diciendo: Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: Celé a Jerusalem y a Sión con gran celo:
15 Y con grande enojo estoy airado contra las gentes que están reposadas; porque yo estaba enojado un poco, y ellos ayudaron para el mal.
16 Por tanto, así ha dicho el SEÑOR: Yo me he tornado a Jerusalem con miseraciones; en ella será edificada mi casa, dice el SEÑOR de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalem.
17 Clama aún, diciendo: Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Aun serán ensanchadas mis ciudades por la abundancia del bien; y aun consolará el SEÑOR a Sión, y escogerá todavía a Jerusalem.
18 Después alcé mis ojos, y miré, y he aquí cuatro cuernos.
19 Y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿Qué son éstos? Y respondióme: Éstos son los cuernos que aventaron a Judá, a Israel, y a Jerusalem.
20 Mostróme luego el SEÑOR cuatro carpinteros.
21 Y yo dije: ¿Qué vienen éstos a hacer? Y respondióme, diciendo: Éstos son los cuernos que aventaron a Judá, tanto que ninguno alzó su cabeza; mas éstos han venido para hacerlos temblar, para derribar los cuernos de las gentes, que alzaron el cuerno sobre la tierra de Judá para aventarla.